El francés Jean Giraud, alias Moebius, es quizás el dibujante y guionista más influyente en el mundo del comic de los últimos cuarenta años. Especializado en sus comienzos en la ciencia-ficción, ofrece obras referenciales como "El garaje hermético" (1975) o la famosa serie "El Incal" (1980) con la colaboración del siempre sorprendente Jodorowski. Sin embargo, su creación más famosa quizás es "El teniente Blueberry" que hizo su primera aparición en 1964 y que aún hoy goza de una excelente salud. Inspirado en el western clásico y con el rostro de J. P. Belmondo, este oficial del ejército nordista pero de origen sureño es un clásico del comic de lectura obligada. Además, Moebius a colaborado con frecuencia con distintos cineastas; ahí va una lista de los films en los que intervino en su diseño: "Alien" (1979), "Tron" (1982), "Masters del universo" (1986), "Willow" (1987), "Abyss" (1989), "El quinto elemento" (1997). A estas habría que añadir que fue fuente de inspiración en películas como "El imperio contraataca" (1980) o "Blade Runner" (1982).
El italiano Hugo Pratt (1927-1995) siempre irá unido al nombre de su más famosa creación: Corto Maltés. Este capitán de barco hijo de una prostituta sevillana y un marino inglés está de vuelta de todo. Vive sus aventuras en el Caribe, Etiopía (donde vivió su infancia el autor) incluso Siberia. Mantiene una curiosa relación de lealtad-odio con Rasputín, un amigo traicionero. Maltés es todo un referente pop y para modernos. El estilo de Pratt es sencillo, sin demasiado detalle, quizás cuesta acostumbrarse si se compara con otros autores más detallistas (Moebius, Hergé) pero con una solidez argumental que engancha y unos personajes bien definidos con los que es posible empatizar. Rara vez hay malos y buenos de una pieza en las historias de este capitán enamorado de las causas perdidas, con pinta de tipo al que no le importa nada pero que en el fondo es un sentimental.





Y Tony Curtis...qué decir sin repetirse. Me limitaré a comentar que era algo más que un actor de comedia, ahí esta "El estrangulador de Boston" (1966) y que quizá acabó siendo un poco víctima del personaje que él mismo había creado: vividor simpático, coleccionista de mujeres y nunca se tomaba demasiado en serio a sí mismo. Genial comediante, siempre era el galán de la pareja (Jack Lemon o Jerry Lewis eran su contrapunto patoso) secundario de lujo ("Espartaco", "Los Vikingos", "El espejo roto") caía bien, merecedor de mayores reconocimientos y siempre risueño.
No pueden decir lo mismo los madrileños, los andaluces ni los barceloneses. Estos últimos fueron los peor parados no porque no pudieran ir a trabajar (los sindicatos se fueron a putear a Esperanza Aguirre, no al tripartit) sino por los destrozos de los auto proclamados antisistema, hijos de papá que, cansados de tenerlo todo, akupan edificios para tocar los cojones no ya al malvado capitalista sino a los sufridos vecinos con los tambores de los cojones, grafitis de dudoso gusto, apañándose luz y agua gratis... Dentro de unos años, forrados sin dar ni clavo ni pagar los desperfectos, hablarán con sus amigos de aquella juventud inconformista como si hubieran hecho el Mayo parisino. ¡Puag!