18 mar 2023

San-tan-deeeer

 Santander es una ciudad que me encanta porque es muy señorial. Su urbanismo, pese a algún horror moderno (el pabellón al lado del campo de fútbol, por ejemplo), es clásico, los edificios decimonónicos, elegantes, restaurados y que dan una impresión al turista de ciudad elegante y civilizada. No sé cómo es vivir allí día a día pero da la sensación de ser un lugar cómodo, bonito, nada hostil para el de fuera y, eso sí, algo caro, como todo el norte de España, eso es así. 



En mi reciente visita, que no es ni mucho menos la primera, he podido disgustar de su gastronomía, marisco a todo poder, como otras veces lo he hecho de las zonas de tapeo (sale más barato ir de restaurante, el que avisa no es traidor) o a darme un bañito en alguna de las playas de la ciudad, que no sólo existe El Sardinero, e ir a lo pobre, con bocadillo y de vuelta en el tren playero a Pucela. Incómodo ya para gente de una edad como yo, que me he acostumbrado a lo bueno pero todos fuimos una vez niños o jóvenes. 

Para empezar, si ya tienes muy vistos lugares más famosos (La Magdalena, básicamente), el faro es un lugar precioso. Con buen tiempo puedes darte un paseo por los alrededores y acercarte a los acantilados, prismáticos en mano, a mirar barcos de bandera gibraltareña (¡piratas!) o modestos pescadores. Hay un restaurante, El Faro, con una espléndida terraza aunque tiene que acompañar el tiempo. No comí nada pero las raciones parecen generosas y la ensaladilla tenía pintaza.


Pero volviendo al principio: comer. Pues hay varias opciones, pero la gente que sabe recomienda dos, la primera es el restaurante Marucho, especialista en marisco. Sito en la calle Tetuán, subiendo un poco, detrás de la zona de Puertochico. En su reducido espacio destacan las fotos de famosos en sus paredes: familia real, actores, cantantes y futbolistas. El marisco es su especialidad pero también tienen unas albóndigas de rape para chuparse los dedos, literalmente porque mojar el pan en la salsa es obligatorio. Luego sí, centollos, buey, araña y, sobre todo, bogavante. Que te las presentan antes de mandarlas a la plancha o a cocer. 

Otro buen lugar para mangiare es la zona del puerto, pero del puerto de verdad, el más feo y funcional. Allí, juntitos, hay varios restaurantes populosos, de ambiente familiar, con amigos que se juntan a comer para celebrar algo o porque sí. Todos tienen buena fama aunque un servidor comió en La Gaviota y estupendo, maravilloso, sensacional. Buena cantidad, riquísimas las rabas rebozadas y las sardinas aunque la especialidad es el marisco, otra vez, y la paella. Uno es de rascar el arroz pegado en la paellera y poco más pero me supo rico. 


Bueno, para bajar la comida habrá que ir a dar un paseo. Al comienzo recomendamos el faro y para terminar lo hacemos con el Palacio de la Magdalena y alrededores. Informarse bien para ver cuándo dan de comer a los pingüinos, focas y leones marinos en un zoo junto al mar que nos recuerda otros tiempos más sencillos y felices.