5 abr 2020

Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


Como se acerca la Semana Santa, nada mejor que una película como esta para celebrarlo pues se trata, por un lado, de un film de temática religiosa de enorme calidad y, además, nada convencional, alejado de las correctas y grandielocuentes superproducciones que alejan al personaje de Jesús de Nazaret de lo que probablemente fuera en realidad.
Adaptación del musical de Broadway de Andrew Lloyd Webber (su primer éxito) y Tim Rice, “Jesucristo Superstar” generó mucha polémica en los países católicos, llegando a ser considerada blasfema por ciertos sectores de la Iglesia que promovieron un boicot que no triunfó.
Y no me parece casualidad pues se trata de una obra poco o nada fiel al Nuevo Testamento, de tal forma que es claramente una visión “judía” del mismo. Esto se nota en dos detalles importantes, el primero es la ausencia del personaje de la Virgen María; el segundo es que este Jesús no obra ningún milagro: al contrario, en el excelente número de los leprosos, vemos al protagonista abrumado y asustado, alejándose de ellos; el tercero y definitivo es que no vemos a Jesús resucitar, el final es melancólico y "realista", con los actores subiendo al autobús y la cruz solitaria sobre la colina.
Ciñéndonos al apartado musical e interpretativo, aquí hay que quitarse el sombrero ante las voces (e interpretaciones) de Ted Neely (Jesús), Carl Anderson (Judas Iscariote), Yvonne Elliman como María Magdalena y Barry Dennen  como un amanerado Poncio Pilatos. Muy audaz, y comentado en su momento, fue la elección para el papel de Judas de un actor negro, el cual acaba siendo el personaje más interesante y el que tiene los números más intensos.
Sé que no es una opinión compartida pero la estética del film, ya en los setenta bastante discutida, es hoy, para mí, uno de sus atractivos. Escenas tan memorables como la de la expulsión de los mercaderes de El Templo  o la aparición de Juan Bautista rodeado de hippies tienen, en este aspecto un aire tan irreal como fascinante. Lo mismo que esos soldados con cascos brillantes, metralleta y camisetas de tirantes. Está claro que estamos ante una representación de unos jóvenes (rodada realmente en Tierra Santa) y como tal hay que tomarla.
Se suelen destacar, con razón, otros números pero a mí me gustan todos, como es el caso de los protagonizados por Caifás (Bob Bingham) y sus sacerdotes, ahí subidos a un andamio (sic), o el de Herodes (Josh Mostel), en una plataforma sobre el agua cantando “Herod’s song”. A un nivel superior está “Súper Star”, sin duda el número más espectacular o “I don’t know how to love him” de María Magdalena, el más íntimo de todos.
En la parte negativa, quizás poner el arranque, algo lento y que hace temer lo peor. Y por último no debemos olvidarnos del director Norman Jewinson, un señor que ganó un Oscar en su dilatada carrera y que jamás fue reconocido como un gran realizador pese a tener en su haber films tan destacables como “En el calor de la noche” (1967) o “Hechizo de luna” (1987). Un director que merece que se reconozca su parte de mérito en este film que, al contrario que otras epopeyas bíblicas, se pasa en un suspiro.