1 oct 2019

Dios, Patria, Rey

"Carga de Zumalacárregui" deAugusto Ferrer-Dalmau
El Carlismo está de moda. Parece ironía pero no, está de actualidad. Y no porque haya una disputa sobre la línea monástica, que ese es el origen del movimiento, ni porque la tortilla de patatas y la palabra guiri sean inventos carlistas, no, la razón es el resurgimiento de nacionalismos, independentismos y regionalismos con los que algunos lo quieren o le quieren emparentar.
Lo primero decir que no soy un experto en historia, una desgracia pues todos deberíamos saber más. Lo segundo es que pocas cosas hay (eso lo digo siempre) más manipulables que la propia historia con lo cual esto que escribo no pasa de ser nada más que una opinión; me da un poco de pena que se manipule y se utilice algo que fue clave en la España de los siglos XIX y XX como para que todo se resuma con palabras huecas o simplezas del tipo “el carlismo es el origen del nacionalismo vasco y catalán”.
El origen del Carlismo es, en teoría, lo más fácil de explicar: a la muerte, en 1833, del (felón) Rey Fernando VII sin descendiente varón, se coronó a su hija todavía menor de edad Isabel II, Reina de España. Esto hizo que reclamara sus derechos al Trono el hermano de aquel, D. Carlos María Isidro  -Carlos V- y en defensa de estos derechos se produjera un levantamiento militar y, por tanto, una guerra civil en toda regla.
No me voy a detener en las –interesantísimas- Guerras Carlistas, que se produjeron entre el citado 1833 y 1876, baste decir que la primera fue la más sangrienta (200.000 muertos), la que implicó a más potencias extranjeras (Prusia, Rusia y el Papado con los Carlistas; Inglaterra, Francia y Portugal con los isabelinos) y la única con que terminó en una “reconciliación” entre ambos bandos, pues los militares sublevados fueron reintegrados en el ejército español con idéntico grado y condición, así que volvamos al nacionalismo.
La cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña, bandera que hoy sirve para identificar al carlismo
Los nacionalismos, al menos en España, poco tienen que ver en mi opinión hoy día con su famoso lema “Dios, Patria, Rey”, aunque luego se añadirán los famosos “Fueros”, base de las reclamaciones nacionalistas. Se suele decir que el mapa del Carlismo y el del nacionalismo coinciden, donde trinfó uno, lo ha hecho el otro: Cataluña y País Vasco encajan en ese molde pero no Navarra, sin lugar a dudas la región donde el carlismo tiene más tradición y en la cual, a día de hoy y pese a presión nacionalista, un partido heredero del carlismo como es UPN es el mayoritario. Además, leyendo a Larra y, sobre todo Galdós (ambos fervorosos liberales) en "Episodios Nacionales: España sin Rey" (1907-08) uno puede encontrar diferentes muestras del apoyo logrado por el carlismo en lugares como Castilla la Vieja o León. En origen, no lo olvidemos, es un movimiento basado en el enfrentamiento entre lo tradicional, lo rural y la Iglesia con el liberalismo, lo urbano y los movimientos revolucionarios.
Hay opiniones tan poco dudosas como las de el entonces rector de la Universidad de Salamanca don Miguel de Unamuno, en su obra “Paz en la Guerra”, entendía que los levantamientos carlistas del siglo XIX tenían su razón de ser en “la querella entre la villa y el monte, la lucha entre el labrador y el mercader. Nació contra la gavilla de cínicos e infames especuladores,  mercaderes impúdicos, tiranuelos del lugar polizontes vendidos que, como sapos,  se hincaban en  la inmunda laguna de la expropiación de los bienes de la Iglesia, contra los mismos que les prestaban  dinero al 30%, los  que les dejaron sin montes, sin dehesas, sin hornos y hasta sin fraguas; los que se hicieron ricos y burócratas”.
La expropiación a la que don Miguel se refiere es a las famosas desamortizaciones durante las revoluciones liberales previas (Trienio Liberal, Godoy), destacando la de Mendizábal (1936-37), un liberal cuya propuesta de expropiar las tierras a la Iglesia Católica y cerrar conventos y monasterios no resultó muy del gusto de los carlistas. No es sólo el hecho de limitar privilegios a la Iglesia, es su persecución y, sobre todo, el que dicha desamortización  terminara beneficiando sólo a ricos oligarcas y no al labriego más pobre, lo que granjeó mayores simpatías en el entorno rural a la causa carlista. Espartero, destacado militar isabelino durante las Guerras Carlistas, promulgó otra ley parecida, lo cual supuso su caída en desgracia y el hundimiento del partido progresista que lideraba.
Por ello, lo que en un principio es solo una lucha por el trono, acaba siendo un enfrentamiento entre “las dos Españas” (sí, esto no empezó con la Guerra Civil) que, insisto, poco o nada tiene que ver con el nacionalismo, un fenómeno más cercano al romanticismo venido de Europa y, cosas de la vida, copiado el Risorgimento italiano o la creación del Imperio Alemán: curioso, lo que sirve para crear naciones allí, aquí se usa para separar. Cierto es que el carlismo defiende los Fueros y los privilegios de algunas regiones, lo que no significa que esté en contra del centralismo sino a favor de su limitación. El carlismo defiende la cultura de los pueblos, sus tradiciones y sus idiomas/dialectos mas esto es lo que el régimen actual trata de preservar ¿no? Y no estoy hablando de los nacionalistas, cualquier gran partido nacional lo defiende si le conviene.
Montejurra (Navarra), lugar de peregrinación del Carlismo pasado y presente
Un ejemplo es el de Sabino Arana, fundador del PNV, en origen carlista, el cual "evoluciona" de una forma curiosa: lo que hace es cargarse la “Patria” del lema carlista por un “leyes viejas” (Lagi-Zarrak) y cambiar la nación española por Euskadi, recordemos que él siempre dijo sentirse vizcaíno, lo del País Vasco fue después. Tres cuartos de lo mismo podemos decir sobre el ínclito Jordi Pujol, aunténtico creador del nacionalismo catalán moderno quien, como Arana, muestra su desprecio por el inmigrante (español) y favorece la progresiva identificación de partido-nación, PNV=País Vasco; Convergencia= Cataluña. Si estos personajes, que rezuman odio hacia España, que muestran un gran desprecio hacia la monarquía, que quieren "moldear" la educación (y la historia), tienen algo que ver con el carlismo, pues miren, será algo muy muy lejano.
Volviendo a los datos hitóricos, durante años el carlismo gozó de gran apoyo popular y logró buenos resultados electorales, siendo tercera fuerza política en las elecciones generales de enero de 1869 (20 diputados) y 1871 (51 diputados, a solo uno de los republicanos de Pi y Margall). Luego, sus propias distensiones entre facciones más o menos exaltadas y lo convulso de ese siglo XIX (golpes de estado, revoluciones, pérdida de las colonias) terminó por convertirlo en un movimiento cada vez menos importante aunque su participación, ya en el S. XX, durante la Guerra Civil en favor del bando Nacional fuera, para algunos historiadores, fundamental para  el triunfo del alzamiento. En ese tema, el posterior apoyo y caída en desgracia del carlismo durante el franquismo, mejor no me meto. 
Así pues no es de extrañar que el ahora residual Carlismo del siglo XX se encuentre tan dividido pues hay un autodenominado Partido Carlista y Comunión Tradicionalista, que solo coinciden en su feroz rechazo al liberalismo. Ahora que lo pienso y dado que no somos precisamente una economía o un país especialmente liberal... ¿no será España un estado carlista agnóstico? No sé, igual todos somos anticapitalistas de salón y liberales de cartera, pero esa es otra historia. 

Referencias:
"Una historia de España" Arturo-Pérez Reverte, Alfaguara, 2019.
"Esto no estaba en mi libro de historia del carlismo" Javier Barraycoa, Almuzara, 2019.

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