"Carga de Zumalacárregui" deAugusto Ferrer-Dalmau |
Lo primero decir que no soy un experto en historia, una
desgracia pues todos deberíamos saber más. Lo segundo es que pocas cosas hay
(eso lo digo siempre) más manipulables que la propia historia con lo cual esto
que escribo no pasa de ser nada más que una opinión; me da un poco de pena que
se manipule y se utilice algo que fue clave en la España de los siglos XIX y XX
como para que todo se resuma con palabras huecas o simplezas del tipo “el
carlismo es el origen del nacionalismo vasco y catalán”.
El origen del Carlismo es, en teoría, lo más fácil de
explicar: a la muerte, en 1833, del (felón) Rey Fernando VII sin descendiente
varón, se coronó a su hija todavía menor de edad Isabel II, Reina de España.
Esto hizo que reclamara sus derechos al Trono el hermano de aquel, D.
Carlos María Isidro -Carlos V- y en defensa de estos derechos se
produjera un levantamiento militar y, por tanto, una guerra civil en toda
regla.
No me voy a detener en las –interesantísimas- Guerras
Carlistas, que se produjeron entre el citado 1833 y 1876, baste decir que la
primera fue la más sangrienta (200.000 muertos), la que implicó a más potencias
extranjeras (Prusia, Rusia y el Papado con los Carlistas; Inglaterra, Francia y
Portugal con los isabelinos) y la
única con que terminó en una “reconciliación” entre ambos bandos, pues los
militares sublevados fueron reintegrados en el ejército español con idéntico
grado y condición, así que volvamos al nacionalismo.
La cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña, bandera que hoy sirve para identificar al carlismo |
Los nacionalismos, al menos en España, poco tienen que ver en mi opinión hoy día con su famoso lema “Dios,
Patria, Rey”, aunque luego se añadirán los famosos “Fueros”, base de las reclamaciones nacionalistas. Se suele decir que el mapa del Carlismo y el del nacionalismo coinciden, donde trinfó uno, lo ha hecho el otro: Cataluña y País Vasco encajan en ese molde pero no Navarra, sin lugar a dudas la región donde el carlismo tiene más tradición y en la cual, a día de hoy y pese a presión nacionalista, un partido heredero del carlismo como es UPN es el mayoritario. Además, leyendo a Larra y, sobre todo Galdós (ambos fervorosos liberales) en "Episodios Nacionales: España sin Rey" (1907-08) uno puede encontrar diferentes muestras del apoyo logrado por el carlismo en lugares como Castilla la Vieja o León. En origen, no lo olvidemos, es un movimiento basado en el enfrentamiento
entre lo tradicional, lo rural y la Iglesia con el liberalismo, lo urbano y los
movimientos revolucionarios.
Hay opiniones tan poco dudosas como las de el entonces rector
de la Universidad de Salamanca don Miguel de Unamuno, en su obra “Paz en la
Guerra”, entendía que los levantamientos carlistas del siglo XIX tenían
su razón de ser en “la querella entre la villa y el monte, la lucha entre el labrador y el
mercader. Nació contra la gavilla de cínicos e infames especuladores,
mercaderes impúdicos, tiranuelos del lugar polizontes vendidos que, como
sapos, se hincaban en la inmunda laguna de la expropiación de los
bienes de la Iglesia, contra los mismos que les prestaban dinero al 30%,
los que les dejaron sin montes, sin dehesas, sin hornos y hasta sin
fraguas; los que se hicieron ricos y burócratas”.
La expropiación a la que don Miguel se refiere es a las famosas
desamortizaciones durante las revoluciones liberales previas (Trienio Liberal,
Godoy), destacando la de Mendizábal (1936-37), un liberal cuya propuesta de
expropiar las tierras a la Iglesia Católica y cerrar conventos y monasterios no
resultó muy del gusto de los carlistas. No es sólo el hecho de limitar
privilegios a la Iglesia, es su persecución y, sobre todo, el que dicha
desamortización terminara beneficiando
sólo a ricos oligarcas y no al labriego más pobre, lo que granjeó mayores
simpatías en el entorno rural a la causa carlista. Espartero, destacado militar isabelino durante
las Guerras Carlistas, promulgó otra ley parecida, lo cual supuso su caída en
desgracia y el hundimiento del partido progresista que lideraba.
Por ello, lo que en un principio es solo una lucha por el
trono, acaba siendo un enfrentamiento entre “las dos Españas” (sí, esto no
empezó con la Guerra Civil) que, insisto, poco o nada tiene que ver con el
nacionalismo, un fenómeno más cercano al romanticismo venido de Europa y, cosas
de la vida, copiado el Risorgimento italiano o la creación
del Imperio Alemán: curioso, lo que sirve para crear naciones allí, aquí se usa para
separar. Cierto es que el carlismo defiende los Fueros y los privilegios de
algunas regiones, lo que no significa que esté en contra del centralismo sino a
favor de su limitación. El carlismo defiende la cultura de los pueblos, sus
tradiciones y sus idiomas/dialectos mas esto es lo que el régimen actual trata
de preservar ¿no? Y no estoy hablando de los nacionalistas, cualquier gran
partido nacional lo defiende si le conviene.
Montejurra (Navarra), lugar de peregrinación del Carlismo pasado y presente |
Volviendo a los datos hitóricos, durante años el carlismo gozó de gran apoyo popular y logró buenos resultados electorales, siendo
tercera fuerza política en las elecciones generales de enero de 1869 (20
diputados) y 1871 (51 diputados, a solo uno de los republicanos de Pi y
Margall). Luego, sus propias distensiones entre facciones más o menos exaltadas
y lo convulso de ese siglo XIX (golpes de estado, revoluciones, pérdida de las
colonias) terminó por convertirlo en un movimiento cada vez menos importante
aunque su participación, ya en el S. XX, durante la Guerra Civil en favor del
bando Nacional fuera, para algunos historiadores, fundamental para el triunfo del alzamiento. En ese tema, el posterior apoyo y caída en desgracia del carlismo durante el franquismo, mejor no me meto.
Así pues no es de extrañar que el ahora residual Carlismo
del siglo XX se encuentre tan dividido pues hay un autodenominado Partido Carlista y Comunión Tradicionalista, que solo coinciden en su feroz rechazo al liberalismo. Ahora que lo pienso y dado que no somos precisamente una economía o un país especialmente liberal... ¿no será España un estado carlista agnóstico? No sé, igual todos somos anticapitalistas de salón y liberales de cartera, pero esa es otra historia.
Referencias:
"Una historia de España" Arturo-Pérez Reverte, Alfaguara, 2019.
"Esto no estaba en mi libro de historia del carlismo" Javier Barraycoa, Almuzara, 2019.
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