6 sept 2019

Una película a contracorriente

Esperanzado. Esa es la sensación con la que salí de la sala de cine tras vez la estupenda "Érase una vez ... en Hollywood", la esperadísima (¿novena?) película de Quentin Tarantino y ahora espero ser capaz de explicarlo, porque es imposible analizar esta película sin pensar en el contexto actual tanto de nuestros días como del propio director de la cinta.
Lo primero que hay dejar claro antes de nada es que, bajo mi punto de vista, "Érase una vez..." es la película más personal de Quentin Tarantino, para bien y para mal: es decir, es un film cuyos 165 minutos son "cine de autor" en el sentido total de la palabra. Es Tarantino mostrando sus filias, sus fobias y, esta es la principal y más destacable novedad, su opinión personal sobre los días que vivimos actualmente. 
Se ha dicho, no sin razón, que "Érase una vez..." es un "homenaje a una época y a un cine que ya no existen". El propio Tarantino decía en una entrevista a TVE en Cannes que el film describía el Hollywood "de mi infancia" y como tal estaba retratado: desde la mirada de un niño o si se prefiere, la de una persona que idolatra aquella época. Por ello no es de extrañar el hecho de que a recreación de época, el vestuario, la música y la forma de comportarse los personajes pueda resultar poco verosímil en algunos momentos lo cual, dicho sea de paso, es más una virtud que otra cosa. 
"Érase una vez...en Hollywood" narra la vida diaria de una estrella del cine y la TV de capa caída, Rick Dalton (Leo DiCaprio), un tipo inseguro, nervioso y triste, que asiste casi con resignación al fin de su carrera. Es muy reveladora la escena en la que el representante Marvin Schwarz (Al Pacino) le dice con elegancia pero sin tapujos la forma en la que una estrella pasa de ser "protagonista" a secunadario y finalmente "jubilado" en la fascinante y despiadada Meca del cine. Pero Dalton tiene un amigo, Cliff Booth (Brad Pitt), un tipo que se gana la vida como doble de acción aunque hoy día es ya más su chófer y su chico para todo que otra cosa. Quisiera detenerme en el personaje, para mí, más interesante de la cinta. 
Booth es un amigo leal, que le da ánimos a su amigo en los momentos bajos ("no llores delante de los mejicanos"), resuelve sus problemas domésticos (ese momento sexy antenista), le acompaña a todas partes y le aconseja; además, cuando le pide un favor y Dalton no puede hacérselo, no se enfada, le entiende, pues confían el uno en el otro, sabe que tarde o temprano él le conseguirá un trabajo y no discute sus decisiones profesionales. 
Pero Booth es algo más que eso. Recientemente he visto la excelente "La leyenda del indomable"(1971, Stuart Rosenberg) y no he podido por menos que acordarme de Newman no tanto por el parecido entre personajes, que es mínimo, como por el enorme carisma que desprenden ambos. Pitt es aquí la quinta esencia de la masculinidad, la rectitud (no cae en la tentación de la sexy hippie interpretada por Margaret Qualley), la honestidad pero también es un hombre que no se deja avasallar, un tipo duro con sus propios códigos (me pinchas la rueda, la cambias) y, aquí está lo mejor, alguien imperfecto.
Y aquí hago un punto y aparte porque llegamos a uno de los momentos que citaba al comienzo en los que Tarantino se muestra como es y nos suelta un nada casual detalle de guion que es todo un aguijón contra la hipocresía de hoy día en general y del movimiento metoo, en particular. Booth tiene un pasado, un pasado de héroe de guerra pero también alguien que carga a cuestas con el (supuesto) crimen de su esposa. La escena es demoledora por su sencillez: vemos a Booth apunto de sumergirse en agua para hacer submarinismo mientras su esposa le insulta, borracha, sobre el desvencijado, modesto barco, y Pitt parece ¿apuntarla? con un arpón. Fin de la escena. No sabemos nada más, ni qué paso en el, supuesto, juicio del que salió indemne. Tampoco su amigo parece estar muy interesado en ello, incluso no parece que, de ser verdad, le importe. Sin embargo esto afecta negativamente a su carrera, por eso ya casi no trabaja, por eso es un apestado en la industria. Elegante, seco, directo.
También hay, en el seguimiento del día a día del personaje, detalles que no tiene desperdicio. El más interesante es la fantástica escena en la que visita el Rancho Spahn, donde las chicas de la "familia" Manson le reciben primero con con sonrisas y luego con una tremenda hostilidad. Dejando a un lado el excelente suspense de la misma, la paliza que propina Pitt a uno de los hippies ha llegado a ser interpretada como un ajuste de cuentas contra lo famosos "aliados" del feminismo. No sé si es ir demasiado lejos mas me parece un momento que tiene un evidente significado dentro del film y a su vez catalizador de su desmadrado final: Tarantino deja bien claras sus simpatías y no están con la nueva sociedad que se habre paso a finales de los 60, ni le gusta su forma de vida ni su moral. Hay que tenerlos bien puestos, o ser un director casi intocable, para hacer eso una película corriendo los tiempos que corren. 
Pero decíamos que "Érase una vez... en Hollywood" es también un homenaje a un cine que ya no se hace, y es ahora cuando volvemos al personaje de Dalton. Dalton encuentra un trabajo en un modesto western cuando, por vergüenza, no quiere volver a la televisión. Toda la parte del rodaje es interesante (aunque algo lenta para mi gusto) destacando el curioso encuentro con la niña actriz (Julia Butters) algo repipi pero enamorada de la profesión quien, casi sin quererlo, devuelve de nuevo la ilusión por su trabajo a un acabado Dalton. No olvidemos que Tarantino es un actor fracasado en el cuerpo de un director de éxito y para el que el teatro es algo más que una afición.  Quizá por eso suele lograr grandes interpretaciones de sus actores y muestra ese amor por la profesión, algo que ya vimos en otra película en la que el cine tenía una gran importancia, "Malditos bastardos" (2009). 
En un film que es todo un continuo homenaje al cine abundan las referencias a los programas dobles (las marquesinas de los cines y el autocine que visita Cliff); los rodajes de cine y TV (el genial falso flashback de la pelea con Bruce Lee); incluso las "falsas" producciones en España e Italia que rueda Dalton en busca de resucitar su carrera o la escena más importante en la que aparece Sharon Tate (Margot Robbie), entrando en un cine donde proyectan una de sus películas. 
Pese a ser la protagonista con menor metraje, el personaje de Robbie es, sin duda, el más importante de la historia. Se puede considerar que toda su parte, con sus paseos por Hollywood Boulevard, durante el cual compra la novela "Tess" para su marido Polanski y la ya citada escena del cine, coronada con un plano de la actriz con los pies desnudos sobre una butaca (puro fetichismo tarantiniano) son algo insustancial y que apenas hace avanzar la historia mas creo que son muy necesarios para mostrarnos a la adorable mujer que (creemos) va a ser asesinada y la belleza de un momento perfecto: Tarantino está del lado de la belleza y la bondad, algo fundamental para entender el desenlace y su absoluto rechazo a esa terrible moda que llevó a hacer algo cool e icónico a Manson y sus seguidores. 
Y llegamos al comentadísimo final. Bien, a mí qué quieren que les diga, me pasó lo que le ocurrió a la mayoría de los espectadores de la sala: me partía de risa. La violencia con la que Tarantino nos muestra la masacre final no tiene desperdicio, desde el hombre al que la adorable perra de Cliff despedaza, a la mujer a la que el propio Cliff machaca la cara a golpes con un teléfono, terminado por la muchacha a la que Dalton da matarile usando un artículo de atrezzo de uno de sus films: si eso no es cine dentro del cine, yo ya no sé qué es. Y la pregunta que alguno se hará es ¿por qué?
Bueno, hay varias respuestas para mí: primero, Tarantino odia a estos personajes y no solo por el crimen sino por la nefasta influencia en la cultura pop que tuvieron; segundo, ellos son mostrados como seres resentidos, frustrados porque no son ricos ni viven la vida que les gustaría vivir (son hippies porque no les queda más remedio) y a la que pueden se muestran cobardes (la huída de Maya Hawke); tercero, el film es, como dice su título, un cuento, y como tal tiene un desenlace de cuento gracias a este giro "fantástico". El bueno de Rick Dalton se hace amigo de Sharon y, como esa verja que se abre, parece volver a ser aquella gran estrella que fue gracias a captar la atención de aquellos que dominan Hollywood en ese momento. 
Y termino cerrando lo que decía al comienzo, lo de las filias y fobias del director de Knoxville. Tarantino ha decidido, por una vez, dar rienda suelta a toda su rabia sobre un colectivo sobre el que quizás no sea "políticamente correcto" cebarse. Si bien nazis y esclavistas ("Django desencadenado") son fáciles objetivos con los que se pueden cometer las mayores barbaridades en pantalla pues nadie les va a defender, aquí el director se ensaña con mujeres, jóvenes "pacifistas", gente que busca la armonía con la naturaleza y la libertad sexual que, eso sí, en realidad no son más que tarados degenerados que serían capaces de los mayores horrores. Por primera vez pone título a una de sus películas sin usar sólo dos palabras. Nada me parece casual, nada es porque sí. ¿Es Tarantino un reaccionario? Si fuera así no le criticaría porque hoy en día lo revolucionario, lo contestatario, lo antisistema es, precisamente, lo más clásico. Por eso, digo, aún hay esperanza, la película ha sido un taquillazo.
Imágenes: Paramount Pictures.

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