Última de las comedias que realizó el maestro Hawks, “Su juego favorito” (1964) responde al
mismo esquema que la celebrada “La fiera
de mi niña” (1938) de la que, por cierto, llega a plagiar una escena entre
Hudson y Perschy, el famoso gag del vestido roto que ambos tratan de ocultar
caminando al unísono.
Realizada cuando ya el género había alcanzado su esplendor y
empezaba a declinar, “Su juego favorito” es un film notable, dotado de una
comicidad descacharrante, a ratos realmente aparatosa (todas las escenas donde
el desgraciado Willoughby trata de pescar, el oso en moto, la inundación final),
con toques picantes (la lluvia que moja las camisas de Abigail e Isolne,
mostrando todos sus encantos; el equívoco con ambas en la cabaña de Willoughby
cuando su prometida Tex -Charlene Connors- les sorprende tras una agitada noche)
y sobretodo una acidez tremenda sobre el trabajo, el mercantilismo, la mentira
y el evidente cambio social que ya estaba sucediendo en aquellos años, con la
mujer accediendo a puestos de trabajo antes exclusivos de los hombres con todo
lo que ello significaba.
Evidentemente aquí tenemos a una Abigail (magnífica Paula Prentiss) que encaja perfectamente en el modelo de mujer hawksquiana, fuerte aunque femenina; alocada aunque nada estúpida; con carácter pero que sabe engatusar al hombre en quien ha puesto su objetivo con ardiles femeninas clásicas: llantos, humillaciones, zalamerías, chantajes… una perla tan adorable como temible y siempre con una amiga (la bellísima María Perschy) alcahueta y cómplice.
Del otro lado el hombre típico de hawks, de impecable aspecto, serio, quien se muestra huraño al
primer contacto con la dama (ella le quita la plaza de aparcamiento con un
descaro impertinente) mas éste se va desmoronando ante una mujer que es como la
tormenta del final de la película: alguien que lo arrastra al desastre y con
ello, al amor. La imprevisibilidad de la vida le golpea e igual que logra pescar accidentalmente peces sin saber pescar se ve escayolado para evitar concursar... viendose oblidado a romper esa escayola porque está mal puesta y ya vuelve a ser necesario su concurso.
Como siempre, aunque sea tópico, destacar la labor de todos
los secundarios, esos pescadores veteranos, ese falso indio chantajista (un
impagable Norman Alden), el ya mencionado John McGiven o la despechada novia de
Willoughby, Charlene Connors; también la banda sonora de Henry Mancini, en
plena forma, el fabuloso guion, que mantiene el ritmo en las más de dos horas
de duración del film y, finalmente, al siempre infravalorado Rock Hudson, un
actor cómico excelente, que aquí se tiene que lucir físicamente (caídas y
chapuzones) además de dotar a su personaje de una rabia nada contenida1 que
sabe transmitir al espectador, el cual le contempla con una mezcla de simpatía y
piedad.
1. imposible ver un hoy un producto, novela, serie o
película, en la que el protagonista le diga a la chica que desea partirle la
cara, cuando el público además también lo desea.
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