Ayer falleció mi abuela Sebastiana, la última que me quedaba y que nos ha dejado a la edad de 96 años. Ella, como mis otros tres abuelos, pertenecía a una generación que ya no existe en nuestro país, algo lógico por el paso inexorable del tiempo. Pocos nietos tendrán una mala opinión de sus abuelos, en el peor de los casos, un profundo distanciamiento debido (lógicamente) a la diferencia generacional o bien a que hoy día las familias se desestructuran más y la sociedad ha cambiado de tal forma que las relaciones entre descendientes no son iguales, por más que España sea una excepción con respecto al resto de países europeos (en general los países latinos respecto al resto de Europa).
Pero volviendo a mi caso, quiero llamar la atención sobre esta llamada "Generación Silenciosa" muy especial que reconstruyó un país desde las cenizas, trabajó mucho (no me gusta el tópico de más que ninguna, me falta información) y pasó bastantes necesidades. Ellos, al contrario que las personas de entre 65 y 80 años, no han disfrutado tanto del estado del bienestar y de unas pensiones tan (vuelvo a decir, en general) magníficas como tenemos ahora.
Por eso es por lo que hoy aprovecho para rendir un humilde homenaje a Román, Florencio, Felisa y Sebastiana, ellos lo más que hicieron fue quejarse un poco de las nuevas generaciones, el quejarse de lo mal que vivimos se lo dejan a los de nuestra generación, que hacemos un drama de no encontrar un alquiler barato o tener que trabajar en algo que no nos gusta.
Mi madre me contaba precisamente hoy que en la residencia de ancianos donde la abuela pasó sus últimos años alguna vez hubo quejas por parte de familiares o trabajadores sobre el trato y la calidad en la misma. Ella jamás se quejó, y cuando sus hijos vieron algo que no les gustaba, enseguida se arregló y esto me lleva a pensar: quizás ahora esos hombres y mujeres que ya no están, que vivieron una Guerra Civil, una postguerra, una dictadura, una democracia... igual entendía que ahora estaban viviendo en el mejor momento de su vida, en las mejores condiciones y la comida era excelente, los cuidados eran correctos, la ropa era más de lo que necesitaban y que recibían unas las ayudas públicas que no existían hace unas décadas.
Por eso me parece necesario más que nunca recordar que lo que hoy tenemos no es gratis y, por supuesto, no lo logramos nosotros. Tenemos la obligación de conservarlo y mejorarlo si es posible, de mantener un país mirando qué se hizo bien en el pasado y qué debemos evitar. Es un tópico pero por eso existen los tópicos, porque son en su mayor parte verdad: tenemos el deber de esforzarnos más y quejarnos menos. Ellos hicieron eso y consiguieron hijos saludables, trabajadores, que vivieron mucho mejor de lo que sus padres pudieron imaginar, no es demasiado difícil, solo hay que hacer lo mejor que podamos nuestro trabajo, no fastidiar al prójimo, criar unos hijos respetuosos que se valgan por sí mismos... o incluso a veces basta con hacer como hacía Sebastiana con todo el mundo: sonreir.
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