Mi Valladolid

Muy cierto es aquello de que uno empieza apreciar lo suyo sólo cuando no lo tiene y aunque siempre me he sentido muy orgulloso de mi ciudad, viviendo fuera una aprecia más su virtudes y olvida sus defectos.
Valladolid (también llamada Pucela) capital de la provincia de idéntico nombre, situada en el centro de la C.A. de Castilla y León de la que es capital puede presumir de ser la provincia con mejor índice de nivel educativo de España (año 2010). Ciudad de gran historia, fue (re)fundada por  conde Pedro Ansúrez en 1072, desde entonces, fue el lugar donde se casaron los Reyes Católicos fue capital del Imperio Español entre 1601 y 1606,  nacieron Felipe II y Felipe IV, Magallanes firmó las capitulaciones de la primera circunnavegación del mundo y murió Colón, aquí escribieron Quevedo , Cervantes y Zorrilla, y establecieron sus talleres los más grandes imagineros y orfebres.
Pero es es "sólo" una parte de la Historia, ahora hablaré de mi Valladolid.
Para mi Valladolid empieza a ser algo importante en mi vida desde los 14 años, cuando empiezo mis estudios en esta ciudad. Hago grandes amistades (todavía duraderas) y empieza a ser el lugar dónde pasan las cosas más importantes de mi vida. Cada rincón de esta ciudad es un recuerdo, casi siempre bueno, alguno realmente gracioso y otros no tanto, pero todos ellos inolvidables.

Palacio Pimentel

También he visto como poco a poco la ciudad pasaba de ser un de tantas capitales de provincia a ser una ciudad luminosa, vistosa y siempre elegante. De sus rincones me encanta el centro, toda la zona alrededor de la Plaza Mayor y sus bares de tapas, del que recomiendo la mítica y muy castiza La Mejillonera. También la plaza de Coca, San Miguel, los alrededores del imponente Teatro Calderón, la plaza de San Andrés y las calles más importantes: Paseo Zorrilla (y su plaza donde celebrar los éxitos del Real Valladolid) y la Calle Santiago, hoy, como todas, algo tocada por la crisis pero que sigue siendo nuestra "milla de oro" particular. La Academia de Caballería (con esa estatua que tanto me impresionaba de pequeño), el Palacio de Santa Cruz, Museo de Escultura, Arte Moderno (Patio Herreriano), el de Ciencias y casas-museos elegantes: Cervantes, Colón y Zorrilla, que hasta tiene un fantasma. Sin presumir no tenemos nada que envidiar a la mayoría de ciudades de España, si acaso el mar aunque tenemos playa.
Pero, decía, mi Valladolid de entonces (que diría Umbral) es de cafés de tarde en el centro, el de los barrios: Parquesol, La Victoria, Rondilla y, por supuesto Las Delicias; el de la plaza de la Universidad y la zona de la Facultades, el del bocata de tortilla con mayonesa o calamares y partida de futbolín, el de copas hasta las tantas en locales que o ya no existen o han cambiado de nombre (varias veces).

Cúpula del Milenio

Mola el Valladolid moderno de la Cúpula del (Trueno) Milenio, el del Pisuerga limpio y con un chorrito, el del Auditorio Miguel Delibes, el de todos los equipos de deportes que merecen la pena en primera, la capital de rugby nacional (queseros y chamizos), el Campo Grande saneado (aunque sin el barquero de toda la vida) y el de los jardines y espacios verdes para hacer deporte. ¡Vallisoletanos, que tenemos una ciudad muy chula! lo digo con conocimiento de causa. Y con bellas mujeres y tal. O sea.
Y me permito un sueño: poder vivir algún día en la coqueta Plaza del Viejo Coso...o en el Duque de Lerma, aunque me den miedo las alturas.
Otro día hablo de las decenas de iglesias y conventos.