"El problema es que supones demasiadas cosas... supones que aún hay algo donde ya no hay nada, supones que tienes vida, cuando en realidad, solo vendes trozos de la de otros y pedazos que se han perdido de la tuya" (Michael Wincott en Días Extraños).
Kathryn Bigelow se embarcó a mediados de los 90 y gracias al apoyo económico de su ya entonces ex-pareja, el director, productor y aquí también guionista James Cameron, en este ambicioso proyecto a medio camino entre la ciencia-ficción y el cine negro con acción al estilo de su directora: sin concesiones, trepidante, brutal.
Lenny (Ralph Finnes), es una especie de traficante de sensaciones, vende, como dice Philo Gant (Michael Wincott) pedazos de la vida de otros, es un poco fullero (en una escena trata de vender un supuesto Rolex auténtico e inmediatamente vemos que tiene su maletín lleno de esos relojes) y arrastra un pasado tormentoso del que poco a poco sabemos más. Se mueve por los bajos fondos de Los Ángeles, estamos en los últimos días de 1999 y la ciudad es un auténtico campo de batalla, con ejército y polícía desbordados tratando de evitar el pillaje y el crimen. En este aspecto resulta un film realmente profético, no hay más que ver los EE.UU. hoy día por más que ciertos incidentes, acaecidos mientras escribían la historia, inspiraran a Bigelow y Cameron1.
Pero, por suerte, lo que cuenta no es sólo eso. En el film vemos deambular, más que moverse, al protagonista. Lenny va poco a poco hundiéndose no tanto por una serie de sucesos que van poniendo en peligro su propia vida como por su obsesión por tratar de recuperar a la que fuera su novia Faith (Juliette Lewis), que ahora es cantante y mantiene una tormentosa relación con Gant. Pese a las continuas humillaciones, él sigue tras de ella en lo que podemos ver claramente un ejemplo de relación "tóxica". A su lado, su amigo del alma y ex-policía como Lenny, el cínico Max (un magnífico Tom Sizemore) y la única persona que le dice a la cara las verdades y lo que no quiere oir, además de tratar de ayudarle pese a su precaria situación personal (la vida de los suburbios está muy bien descrita), Mace, una enérgica Angela Basset.
También hay un crimen, de ahí lo que comentaba antes del cine negro, cometido por dos violentos policías (Vincent D'Onofrio y William Fitchner), que da pie a las escenas de acción más vigorosas del film, con lluvia de balas, carreras ineterminables y puñetazos como explosiones. Eso es puro Bigelow, lo que más recuerda a la magistral "Le llaman Bodhi" (1991) y lo que hace que sus 139 minutos pasen volando.
No obstante lo más llamativo del film son las escenas de cámara subjetiva, que almacenadas en discos, son objeto de compra y venta por parte de Lenny, dando momentos memorables desde el inicio, con un fallido atraco hasta el final con el descubrimiento del asesinato del rapero Jeriko One (Glenn Plummer) y todos sus acompañantes salvo la pobre Iris (Brigitte Bako), contratada por Lenny para que grabe todo, la cual tampoco correrá mejor suerte. El virtuosismo técnico de esas escenas es tal, que consigue que el espectador quede embelesado como los propios consumidores de esos clips (en especial nuestro protagonista) mas la directora hábilmente no duda en interrumpir el visionado de dichas escenas para dejarnos clara la falsedad de esas sensaciones, lo ridículos que están los que "se conectan" y el efecto pernicioso de las mismas pues les alejan de la realidad, como bien advierten varios personajes a Lenny durante todo el metraje. Bigelow y Cameron son dos personas aficionadas a los deportes de riesgo, a la actividad física, no me extraña que vieran en lo que era el comienzo de la llamada "realidad virtual" un mal que se cernía sobre la sociedad moderna encerrada en sí misma, contenta con una vida simulada y que vive por delegación en las experiencias de otros. Probablemente este sea el tema mejor tratado por la directora.
Una película con una excelente y ecléctica banda sonora donde caben desde el rock progresivo, el hip hop, o hasta Peter Gabriel en los elegantes títulos de crédito finales. Un placer visual gracias a la fotografía de Mathew F. Leonetti que tiene en su multitudinaria escena final, con miles de extras, el punto culminante.
Finalmente destacar la labor interpretativa de todos los actores, especialmente Finnes, que pasa del patetismo al valor no sin cierta elegancia hortera, su mirada triste y limpia es lo mejor del film. Igualmente destacado es el resto del reparto, el siempre malvado Wincott, el sádico D'Onofrio, la vehemente Basset, el irónico Sizemore y la esforzada Bako, quien saca todo el partido su hágil físico de esta actriz y bailarina.
2020Th Fox Lightstrom Entertainment, 20th Fox
(1) El apaleamiento a Rodney King y los posteriores altercados en L.A.
Imágenes y vídeo 20th Fox.
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