25 ago 2020

Los libros son para el verano

 Quizás las bicicletas sean, como escribía, Fernán-Gómez, para el verano, pero la lectura también. Se supone que estamos más desocupados y tal pero la realidad es que no es raro encontrarse en trenes, autobuses, playas y piscinas a personas siguiendo el hábito de la lectura. No sé si será sano, mas no se pierde, por lo menos en los que tenemos una edad. No creo que los jóvenes no lean, es que a su edad yo leía poco e imagino que el resto también, ¿o no? en la vida hay muchas cosas más importantes que leer.

Bien, tras esta introducción, sólo dos cosas: los cambios realizados por bloger sin pedirme permiso me parecen una mierda, no me gusta cómo quedan ahora los textos; y segundo, vamos con un repaso a las lecturas de un servidor que les acompaña fielmente desde hace casi doce años. Y que sean muchos más. 

"La conjura de los necios", de John Kennedy Toole (1980).

La historia de este libro es de sobra conocida, en realidad más que el propio texto por lo que uno lee por ahí así que aquí dejo un enlace por si interesa. En cuanto a la trama decir que me parece absolutamente genial: su protagonista, Ignatius Reilly es, a día de hoy, un personaje incorporado a la cultura popular con total justicia. No resulta especialmente agradable ni en lo físico ni en su carácter (pusilánime, maleducado y petulante) pero es imposible no identificarse con él en algún momento. Tampoco tienen desperdicio los seres que pululan por la Nueva Orleans de mediados de los sesenta: la madre de Ignatius, el patrullero Mancuso (una buena persona castigada por la fatalidad), la señora Battaglia (amiga de la madre), Jones (un negro obligado a trabajar en un tugurio de los barrios bajos) y un personaje que sólo aparece al final pero con el que mantiene una intensa correspondecia: Myrna Minkoff, una especie de pareja o enemiga con la que mantiene una rara relación de fascianción y rechazo. 

El libro es verdad que o te atrapa o acabas odiándolo, no tanto por el protagonista sino por las curiosas situaciones que se dan en la trama, siempre relacionadas con Ignatius. A mí lo que más me ha gustado, aparte del personaje de Jones, un tipo al que todo el mundo insulta y minusvalora siendo en realidad el más listo de la trama, es todo lo relacionado con la presencia de Ignatius en la fábrica de pantalones. Su dueño, el señor Levy, un tipo despistado y vividor, harto de todo y su insoportable esposa, la cual acabará teniendo su merecido, una de tantas ricas que cree estar salvado a los humildes cuando en realidad está curando su mala conciencia a base de fastidiar a los demás, son personajes interesantísimos y catalizadores de la trama. También son memorables los intentos de revolución en la fábrica por parte del protagonista y, sobre todo, la fiesta de creación del partido político de su invención: Partido por la Paz. La premisa es que si, como acaba de descubrir, hay homosexuales en la marina, si todos los gays se alistan en el ejército, la paz reinará en el mundo (sic), ya que está preocupado por una posible guerra nuclear. Toda la celebración es tronchante, empezando por el anfitrión, Dorian, un gay del barrio francés, que le ofrece su casa para la presentación y terminando por las tres lesbianas que le atacan. 

Obra de gran actualidad, uno se encuentra en cualquier medio de comunicación a algún mamarrach@ semejante a Myrna, la cual en sus cartas nos lleva a recordar a toda esa asquerosa élite progresista que nos dirige y nos atosiga con sus propuestas ecológicas o de "forma de vida". Toole, como todo genio, era un visionario. Un libro que hay que leer, no garantizo que guste, pero sí que no dejará indiferente y así poder compararlo con la obra con la que muchos críticos cotejan: "Don Quijote de la Mancha", ¿es Ignatius un Alonso Quijano americano del siglo XX? 

Por último, sobre su fallida adaptación cinematográfica decir dos cosas: primero, creo que quedaría muy bien en la gran pantalla (no en serie, por favor) y segundo, el mejor Ignatius habría sido John Candy. Aquí, en "Mejor solo que mal acompañado" (1987, John Hughes) vestía como el personaje de Toole y parecía el mismísimo Ignatius en persona, además de ser un gran actor. Oportunidad perdida. 

"Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley (1818)

Primero de todo tengo que confesar que no me he leído la versión original del libro (que la edición de bolsillo suele andar por las 300 páginas) sino una de esas versiones reducidas para lectores juveniles. Así que mi valoración de la obra, muy positiva por cierto, es discutible. Doy por hecho que la historia me parece que ha sido ya tantas veces adaptada al cine que cualquiera conoce más o menos su trama mas me ha sorprendido cómo muchos detalles de la misma suelen desaparecer al pasar a la gran/pequeña pantalla, porque igual no resutan "cinematográficos". Y es que el monstruo creado por el doctor Víctor Frankenstein ha "devorado" su propia obra, casi como ocurre en la propia historia con su creador, lo cual no deja de ser inquietante. 

Para empezar se trata de una novela gótica, más interesada en la tragedia (romanticismo exacerbado) que en el terror, por más que los sucesos truculentos no falten. La verdad es que el bueno de Víctor acaba resultando más un gafe que un loco, pues todo le sale al revés y encima su creación le sale vengatival. Es aquí cuando llega el momento de hablar de una de las partes más discutidas de la obra: el proceso de toma de conciencia del monstruo de su propia existencia, el rechazo de la sociedad, su odio vengativo para con su creador y, sobre todo, la idea de que se infringe más dolor dañando lo que alguien ama que a quien odiamos. Así resulta difícil empatizar con el personaje que además tiene una muy ridícula e inverosímil forma de aprender a hablar y "culturizarse", llegando incluso a convertirse en un tipo con inquietudes intelectuales (?). 

Mas como decía es un libro que me ha gustado, me ha sorprendido (insisto) que pese a la cantidad de veces que lo hemos visto adaptado, la mayoría resultan ser escasamente fiel a lo escrito por Shelley, por lo menos en la letra. Todas las circunstancias familiares, amorosas, del doctor (que debería siempre interpretarse por un personaje joven), acaban siendo el grueso de la trama, resultando (el monstruo) una amenaza inquietante, primero, implacable después. Un libro romántico hasta el extremo, que bordea el ridículo a veces, pero cuya vehemencia lo hace irrepetible y hermoso.  

"Miguel Strogoff "de Julio Verne, 1876

Uno de los mayores éxitos de su ya de por sí exitoso autor, una obra muy querida por el propio Verne, "Miguel Strogoff" es, junto con la no menos exitosa "20.000 leguas de viaje submarino", uno de sus libros de mayor talante aventurero, sino la que más. 

Aquí Verne se aleja de su habitual pasión por la ciencia, su capacidad visionaria para los inventos futuros (automóvil, submarino, cohetes) y se centra en ofrecer una novela de aventuras con romance, mucho drama y toques históricos. Como todas las obras del autor nacido en Nantes, la documentación es excepcional y pese a no haber pisado nunca el país, Verne nos lleva, con todo detalle, primero a Moscú y luego en un largo y tortuoso viaje por Siberia hasta la bella ciudad de Irkutsk, que resiste al asedio de los Tártaros, comandados por el cruel Feofar Kan. Hay un traidor, Ivan Ogareff, que trata de hacerse pasar por nuestro valeroso héroe; una tierna pero vehemente heroína (Nadia), todo dulzura y estoicismo y una madre no menos sufridora, Marta. Menos interesantes, aunque sirvan como contrapunto humorístico, son la pareja de periodistas franco-británica, unos Hernández y Fernández más bien petulantes aunque, como siempre en Verne, sobrados de valor. 

Strogoff es un héroe en el sentido total de la palabra: honesto, nunca abusa de su fuerza si no es necesario, elegante, callado, preocupado por los demás... y fiel al Zar. Está claro que Verne vela por la, entonces muy fuerte, alianza franco-rusa, pues él, como Hergé, es un señor que casi siempre se pone del lado de los grandes imperios y contra las revoluciones, algo que personalmente aprecio.  

Obra que se lee mucho más fácilmente que otras del autor porque, de un lado evita las prolijas explicaciones científicas y, de otro, apuesta por la épica y la aventura desde el principio. Una novela con mayúsculas que aunque se la suela etiquetar de literatura "ligera" o "juvenil" no escatima en momentos crueles y penosos. Escrita en la edad de oro del género, todo un clásico imperecedero. 

4 ago 2020

La generación silenciosa

Ayer falleció mi abuela Sebastiana, la última que me quedaba y que nos ha dejado a la edad de 96 años. Ella, como mis otros tres abuelos, pertenecía a una generación que ya no existe en nuestro país, algo lógico por el paso inexorable del tiempo. Pocos nietos tendrán una mala opinión de sus abuelos, en el peor de los casos, un profundo distanciamiento debido (lógicamente) a la diferencia generacional o bien a que hoy día las familias se desestructuran más y la sociedad ha cambiado de tal forma que las relaciones entre descendientes no son iguales, por más que España sea una excepción con respecto al resto de países europeos (en general los países latinos respecto al resto de Europa).
Pero volviendo a mi caso, quiero llamar la atención sobre esta llamada "Generación Silenciosa" muy especial que reconstruyó un país desde las cenizas, trabajó mucho (no me gusta el tópico de más que ninguna, me falta información) y pasó bastantes necesidades. Ellos, al contrario que las personas de entre 65 y 80 años, no han disfrutado tanto del estado del bienestar y de unas pensiones tan (vuelvo a decir, en general) magníficas como tenemos ahora.
Por eso es por lo que hoy aprovecho para rendir un humilde homenaje a Román, Florencio, Felisa y Sebastiana, ellos lo más que hicieron fue quejarse un poco de las nuevas generaciones, el quejarse de lo mal que vivimos se lo dejan a los de nuestra generación, que hacemos un drama de no encontrar un alquiler barato o tener que trabajar en algo que no nos gusta.
Mi madre me contaba precisamente hoy que en la residencia de ancianos donde la abuela pasó sus últimos años alguna vez hubo quejas por parte de familiares o trabajadores sobre el trato y la calidad en la misma. Ella jamás se quejó, y cuando sus hijos vieron algo que no les gustaba, enseguida se arregló y esto me lleva a pensar: quizás ahora esos hombres y mujeres que ya no están, que vivieron una Guerra Civil, una postguerra, una dictadura, una democracia... igual entendía que ahora estaban viviendo en el mejor momento de su vida, en las mejores condiciones y la comida era excelente, los cuidados eran correctos, la ropa era más de lo que necesitaban y que recibían unas las ayudas públicas que no existían hace unas décadas.
Por eso me parece necesario más que nunca recordar que lo que hoy tenemos no es gratis y, por supuesto, no lo logramos nosotros. Tenemos la obligación de conservarlo y mejorarlo si es posible, de mantener un país mirando qué se hizo bien en el pasado y qué debemos evitar. Es un tópico pero por eso existen los tópicos, porque son en su mayor parte verdad: tenemos el deber de esforzarnos más y quejarnos menos. Ellos hicieron eso y consiguieron hijos saludables, trabajadores, que vivieron mucho mejor de lo que sus padres pudieron imaginar, no es demasiado difícil, solo hay que hacer lo mejor que podamos nuestro trabajo, no fastidiar al prójimo, criar unos hijos respetuosos que se valgan por sí mismos... o incluso a veces basta con hacer como hacía Sebastiana con todo el mundo: sonreir.