19 ene 2020

Van a por nosotros

 [DRAMATIZACIÓN, PUEDE QUE NO SUCEDIERA ASÍ]
Con un Presidente del Gobierno como Francisco Soto Bosque, que deja a Maquiavelo en un mero aficionado, con ucedistas y fascistas en el Gobierno y un golpista que desde la cárcel hará los presupuestos, poco le queda a uno por hacer salvo abrir el paraguas y esperar a que escampe... si es que deja de llover algún día.
Pero lo que más me preocupa de todo esto que nos pueda pasar a los pobres desgraciados que vivimos en las regiones que escapan a su control; no olvidemos que el desastre de la organización territorial nos impide liberarnos del centralismo abusivo.
El ruido (y la furia) interesados de debates artificiales como la creación de una nueva ordenación territorial que limite aún más el poder de las autonomías, sólo sirve para distraer del abandono del Gobierno Central con respecto a Valladolid, única provincia de la meseta sin pantanos, en beneficio de León, que no comparte su agua con los secos campos castellanos pero sí tiene un centro de salud hasta en último pueblo perdido de la montaña: para ellos no hay centralismo. O bien echarle la culpa de desastres ecológicos a la izquierda (la contaminación y los incedios en las ciudades y provincias en que gobierna). El candidato de la Corona ha decidido que sus objetivos principales son dos gobiernos tricomunistas, como los llaman despectivamentea los que hace la vida imposible. Y con la teoría del "peor es mejor", fastidiando de paso a sus tristes habitantes, Madrid y Andalucía son sus primeros objetivos.
El acta de vergüenza
Pero lo peor no es que se haya apoyado en un partido de extrema derecha como el Frente Nacional al que proporciona una vicepresidencia (dando, de paso un ministerio al líder de un partido que se define como nacional socialista el cual borró de twitter un incómodo mensaje en que alababa el nivel de vida del Chile de Pinochet) o que obtuviera la abstención del grupo radical vasco Euskadi Español, quien había defendido durante décadas el terrorismo de extrema derecha y señalado desde sus propios medios de comunicación (el difunto diario donostiarra "Unidad"), no, es aún peor.
Lo peor lo hemos conocido escasas fechas con la llegada al muy sensible puesto de Fiscal General del estado de la Ministra de Justicia saliente, Dolores Delicado, la cual hemos sabido por una incómoda grabación, que estaba al corriente del chantaje a jueces y fiscales por parte de las cloacas del Estado. La independencia de la justicia está en serio peligro y sin justicia, no hay más ley que la del Gobierno. El partido Unionista del lema 40 años cumpliendo ("y ni uno más" que dice con sorna cierto periodista radiofónico) no le hace ascos a la extrema derecha que es antimonárquica. Qué ironía, el defender la monarquía les da derecho a las migajas (ministerios) que el partido "centrista"  les deja. Claro que, si con ello logran "educar" a nuestros hijos, en el futuro sacarán réditos.
Lo dicho, mucha incertidumbre en el futuro y una democracia parlamentaria en serio peligro es lo que nos deja la investidura de un personaje realmente siniestro, capaz él (y su esposa) de cualquier cosa para mantenerse en el poder a toda costa. Así bien, en estas horas difíciles queridos compañeros, siempre hay que recordar lo que dijeron La Pasionaria, Emiliano Zapata o Ernesto "Ché" Guevara:
Es mejor morir de pie, que vivir de rodillas

2 ene 2020

Eso del matrimonio


"-Míralos, no parecen felices
- ¿Por qué deberían estarlo? Acaban de casarse."

Cuenta en sus memorias el recientemente fallecido Stanley Donen (1924-2019) que un publicista de la Fox, estudio que distribuyó la película gracias a la intermediación de Richard Zanuck, le preguntó si era una comedia o un drama. Y Donen le contestó "¿Y la vida, qué es?".
Se cumplen 53 años del estreno de "Dos en la carretera", película que para mí no es ni una comedia ni un drama sino simplemente una obra maestra y la mejor obra cinematográfica sobre la vida en pareja jamás realizada.
Hay muchos factores que pueden llevar a pensar el por qué es tan buena "Dos en la carretera": el guion de Frederic Raphael (que también adaptaría "La naranja mecánica" para Kubrick); los títulos de crédito de Maurice Binter; la banda sonora1 de Henry Mancini; el vestuario de Audrey Hepburn, obra de Paco Rabanne y Mary Quant; los protagonistas, unos memorables Albert Finney (que sustituía a Paul Newman) y a la siempre maravillosa (¿acaso cabe otro adjetivo con ella?) Audrey o el enorme talento de su elegantísimo director, Stanley Donen. O, como suele ocurrir en el cine de Hollywood, fueron todos estos factores los que propiciaron esta impereceda obra, un film que pese al paso del tiempo, resulta absolutamente contemporánea pues trata de temas universales como el amor, la vida en pareja, la amistad, la frustración, la infidelidad2...
Mas pensándolo bien, es mejor olvidarse del cómo para centrarse en la película en sí misma, un film de una perfección absoluta pese a la complejidad de su narrativa. Los continuos saltos en el tiempo es algo que pudo quedar anticuado, (Donen imita a la Nouvelle Vague, especialmente a la extrañísima "El año pasado en Marienbad")  sin embargo resulta hoy día tremendamente audaz y, lo que es más importante, al servicio de lo narrado pues  el espectador jamás se pierde con estas idas y venidas hacia atrás y adelante en el tiempo: en todo momento sabemos si estamos siguiendo a una amargada pareja al borde de la ruptura o a unos jóvenes tonteando a poco de conocerse.
Creo que uno de los muchos aciertos de la historia de Raphael está en la forma en la que son intercalados los momentos dramáticos, o más bien serios, con los de pura comedia sofisticada. Ahí, la elegancia de Donen hace más efectivos tanto los unos como los otros, dejando momentos para el recuerdo. En los primeros siempre se me ha quedado grabado la parte en la que Finney le es infiel a su esposa: las imágenes dicen una cosa, la voz en off (una carta) otra. Entre los segundos me quedo con dos: la parte del viaje con el odioso matrimonio y su desagradable hijita y la caída de Finney en la piscina (rodada con buzos pues la Hepburn tenía acuafobia) justo en mitad de una discusión, un recurso del más clásico cine mudo al servicio de un historia contemporánea.
Otra cosa que me fascina de esta película es la forma en la que logra transmitir al espectador los sentimientos de los protagonistas, "metíendolo" en la película, haciéndole partícipe de la alegría, tristeza o incertidumbre de cada uno de ellos. Por ejemplo, la divertida estancia de la pareja en un hotel de lujo cuando apenas tienen dinero para comer o los reproches mutuos cuando ya son padres (excelente esa audaz observación, para la época, de un sexo conyugal "mejor" cuando menos se quieren) o el elegantísmo final, con los automóviles siempre de protagonistas.
Pero que no engañen al lector estos comentarios "episódicos", otra virtud del film es su unidad a pesar de ese carácter fragmentado. Ahí entra en juego el buen hacer del director y sus montadores: Richard Marten ("La huella") y Madeline Gug ("Las diabólicas"), a lo que colabora también algo tan aparentemente superficial como el vestuario de ambos, especialmente de Audrey, adeacuado para cada momento, que nos dice mucho del estado de ánimo de los personajes. Paradójicamente, cuanto más elegantes, más infelices... Mientras rodaban esta película, tanto los dos protagonistas como Donen se encontraban en un buen momento en sus respectivas carreras a la vez que se estaban divorciando. A veces el cine refleja la vida y otras veces ES la vida.
"Dos en la carretera", un film para vivirla más que para verla, de esas que cambian conforme uno se hace mayor, madura o simplemente "vive".

"- Nunca te fallaré
- Yo a ti sí.
- No importa lo que hagas con tal de estar contigo"

Título original: Two for the road
Año: 1967
País: Reino Unido
Dirección: Stanley Donen
Guion: Frederic Raphael
Música: Henry Mancini
Fotografía: Chistopher Challis
Montaje:  Madeline Gug y Richard Marten
Reparto, , , , , , , , , , , 
Productora: 20th Fox

(1) Mancini la consideraba su mejor obra. Aquí un ejemplo
(2) Sólo un genio como Donen lograría que Audrey Hepburn resultara una esposa infiel de manera creíble.