Antes de pasar a comentar las películas dejar claro que, como con el cine "de guerra", vamos a referirnos a cintas que son del gusto del que escribe estas líneas y además no son clásicos de primer orden. De Ford, Hawks o Mann ya se ha escrito mucho por más que tampoco sobra recordarlos, mas aquí somos muy snobs y vamos hablar de los que no habla (casi) nadie, más que nada por decir algo nuevo.
- Los que no perdonan, de John Huston (1960)
Una película con auténtico mal fario, que no tuvo buenas críticas en su estreno a la que el justiciero tiempo ha puesto en su lugar. Decía que la mala suerte se cebó con ella, principalmente porque Audrey Hepburn sufrió una caída de un caballo en la que se dañó la espalda. Para más desgracia, no dijo que estaba embarazada y el golpe provocó un aborto. Esto retrasó el rodaje, el cual no terminó Huston, enfadado con el productor por cambios realizados en el guion para lograr hacerla más comercial, cosa que tampoco logró.
Sin embargo, hay muchas cosas en "Los que no perdonan" que la convierten en un film singular en el género, casi único. Empezando por su ya famosa trama, que vendría a ser una especie de "Centauros del desierto" (John Ford, 1956) a la inversa: aquí son los blancos los que raptan a un bebé indio; continuando por la ambigua relación entre "hermanos" (Burt Lancaster y Audrey Hepburn), el racismo como tema crucial y, finalmente, un asedio en la última media hora realmente asfixiante. Aunque sea un tópico, los actores están todos de premio, mas por quedarme con alguno lo haré con la mítica Lilian Gish, como la matriarca de los Zachary, capaz de todo para salvar el honor y la unidad de su familia y con Joseph Wiseman, como el fantasmal personaje que vuelve tras muchos años para descubrir un secreto familiar. Su caracterización, entre lo irreal y lo siniestro es de lo mejor de este gran film.
Y para acabar me hago una pregunta, ¿Eastwood, admirador de Huston, tomó el título de "Sin perdón" por esta película?
- El destino también juega, de Fielder Cook (1966)
Fielder Cook (1923-2003) fue uno de los directores de mayor prestigio en la TV norteamericana de los 60 y 70 pero, al contrario que otros colegas de generación como Sidney Lumet o George Roy Hill, apenas se prodigó en la gran pantalla. De hecho, creo que esta es la única película suya que llegó a estrenarse en España. Con estos antecedentes no son de extrañar dos características de este film: la presencia de grandes actores (que están todos perfectos) y el hecho de que la trama transcurra casi enteramente en lugares cerrados.
Un matrimonio (Henry Fonda y Joan Woodward) tiene que reparar su caravana y hacen un alto en Laredo, un pueblo donde en ese preciso momento los hombres más poderosos de la región estan jugando una millonaria partida de póker. El marido sucumbe a la tentación de volver al juego y finalmente pierde todos los ahorros aunque tiene una última mano que podría salvarle. Con una elaborada trama, este extraño western se adentra en un clásico, las partidas de cartas, para dar una lección sobre moralidad y apariencias, sobre la dignidad del humilde y el despotismo de los poderosos. Es una película "del oeste" pero podría ser un film ambientado en el mundo actual dada su mordacidad y estilo. Una pequeña joya cinematográfica.
- La balada de Cable Hogue, de Sam Peckinpah (1970)
No es que Peckinpah sea santo de mi devoción, pues no aprecio demasiado algunas de sus "obras maestras" más dentro de todos sus filmes hay siempre momentos de un lirismo, de una emoción que pese a su violencia hacen que merezca la pena su visionado. Quizás por eso me guste tanto "La balada de Cable Hogue", porque no es un film especialmente violento, porque es una elegía, porque prácticamente no hay personaje que no resulte humano, creíble y que no provoque empatía. Porque, en una palabra, hay mucha vida en esta magnífica obra.
Rodada a continuación de su exitosa "Grupo salvaje" (1969), Peckinpah narra la historia de Cable Hogue (Jason Robards), un vagabudo que es robado y abandonado a su suerte por sus compinches en medio del desierto. Al borde la muerte, descubre un pozo y ahí logra asentarse y construir una parada de diligencias como negocio. Para aplacar sus instintos más primarios contrata los servicios de una prostituta (una sensual Stella Stevens), la cual se encariña con Hogue porque tras sus malos modales, escasa higiene y mal carácter se esconde un hombre entrañable, ingenuo y cariñoso que la ama.
Junto a ellos aparecen otros personajes entre los que destaca un supuesto predicador (un divertido David Warner) del que se hace amigo y al que salva el pescuezo en una ocasión por su afición a las mujeres. Película alegre y trágica a la vez, triste pero vitalista en el fondo, es un western crepuscular que, no obstante, se aleja del estilo grave y trascendental para enviar un mensaje esperanzador (nunca está todo perdido) sobre la vida. Muy destacable la banda sonora de Jerry Goldsmith.
- El jinete pálido, de Clint Eastwood (1985)
- Los que no perdonan, de John Huston (1960)
Una película con auténtico mal fario, que no tuvo buenas críticas en su estreno a la que el justiciero tiempo ha puesto en su lugar. Decía que la mala suerte se cebó con ella, principalmente porque Audrey Hepburn sufrió una caída de un caballo en la que se dañó la espalda. Para más desgracia, no dijo que estaba embarazada y el golpe provocó un aborto. Esto retrasó el rodaje, el cual no terminó Huston, enfadado con el productor por cambios realizados en el guion para lograr hacerla más comercial, cosa que tampoco logró.
Sin embargo, hay muchas cosas en "Los que no perdonan" que la convierten en un film singular en el género, casi único. Empezando por su ya famosa trama, que vendría a ser una especie de "Centauros del desierto" (John Ford, 1956) a la inversa: aquí son los blancos los que raptan a un bebé indio; continuando por la ambigua relación entre "hermanos" (Burt Lancaster y Audrey Hepburn), el racismo como tema crucial y, finalmente, un asedio en la última media hora realmente asfixiante. Aunque sea un tópico, los actores están todos de premio, mas por quedarme con alguno lo haré con la mítica Lilian Gish, como la matriarca de los Zachary, capaz de todo para salvar el honor y la unidad de su familia y con Joseph Wiseman, como el fantasmal personaje que vuelve tras muchos años para descubrir un secreto familiar. Su caracterización, entre lo irreal y lo siniestro es de lo mejor de este gran film.
Y para acabar me hago una pregunta, ¿Eastwood, admirador de Huston, tomó el título de "Sin perdón" por esta película?
- El destino también juega, de Fielder Cook (1966)
Fielder Cook (1923-2003) fue uno de los directores de mayor prestigio en la TV norteamericana de los 60 y 70 pero, al contrario que otros colegas de generación como Sidney Lumet o George Roy Hill, apenas se prodigó en la gran pantalla. De hecho, creo que esta es la única película suya que llegó a estrenarse en España. Con estos antecedentes no son de extrañar dos características de este film: la presencia de grandes actores (que están todos perfectos) y el hecho de que la trama transcurra casi enteramente en lugares cerrados.
Un matrimonio (Henry Fonda y Joan Woodward) tiene que reparar su caravana y hacen un alto en Laredo, un pueblo donde en ese preciso momento los hombres más poderosos de la región estan jugando una millonaria partida de póker. El marido sucumbe a la tentación de volver al juego y finalmente pierde todos los ahorros aunque tiene una última mano que podría salvarle. Con una elaborada trama, este extraño western se adentra en un clásico, las partidas de cartas, para dar una lección sobre moralidad y apariencias, sobre la dignidad del humilde y el despotismo de los poderosos. Es una película "del oeste" pero podría ser un film ambientado en el mundo actual dada su mordacidad y estilo. Una pequeña joya cinematográfica.
- La balada de Cable Hogue, de Sam Peckinpah (1970)
No es que Peckinpah sea santo de mi devoción, pues no aprecio demasiado algunas de sus "obras maestras" más dentro de todos sus filmes hay siempre momentos de un lirismo, de una emoción que pese a su violencia hacen que merezca la pena su visionado. Quizás por eso me guste tanto "La balada de Cable Hogue", porque no es un film especialmente violento, porque es una elegía, porque prácticamente no hay personaje que no resulte humano, creíble y que no provoque empatía. Porque, en una palabra, hay mucha vida en esta magnífica obra.
Rodada a continuación de su exitosa "Grupo salvaje" (1969), Peckinpah narra la historia de Cable Hogue (Jason Robards), un vagabudo que es robado y abandonado a su suerte por sus compinches en medio del desierto. Al borde la muerte, descubre un pozo y ahí logra asentarse y construir una parada de diligencias como negocio. Para aplacar sus instintos más primarios contrata los servicios de una prostituta (una sensual Stella Stevens), la cual se encariña con Hogue porque tras sus malos modales, escasa higiene y mal carácter se esconde un hombre entrañable, ingenuo y cariñoso que la ama.
Junto a ellos aparecen otros personajes entre los que destaca un supuesto predicador (un divertido David Warner) del que se hace amigo y al que salva el pescuezo en una ocasión por su afición a las mujeres. Película alegre y trágica a la vez, triste pero vitalista en el fondo, es un western crepuscular que, no obstante, se aleja del estilo grave y trascendental para enviar un mensaje esperanzador (nunca está todo perdido) sobre la vida. Muy destacable la banda sonora de Jerry Goldsmith.
- El jinete pálido, de Clint Eastwood (1985)
De los cuatro westerns que ha dirigido Eastwood ("Infierno de cobardes", "El fuera de la ley" y "Sin perdón" completan el cuarteto aunque "Bronco Billy" está en la frontera del género) este es el que más me gusta debido a que quizás está entre dos estilos: el brutal y amoral de su primer western; la oscuridad, el dramatismo y la desesperanza de los otros dos. Se trata nada menos que de un remake del clásico "Raíces profundas" (George Stevens) aunque actualizado y pasado por el filtro de las dos grandes influencias del director: Leone y Siegel. Sobre todo del primero, pues destaca su violencia estilizada, el fetichismo por las armas y los personajes amorales (no sólo los malos, el predicador no duda en acostarse con la esposa del granjero, cosa que no sucedía en el original pese a la atracción mutua), además de algún toque humorístico.
El resultado es soberbio, destacando el duelo contra los pistoleros, vestidos como los de "Hasta que llegó su hora" (1968) con una planificación que le da un toque fantasmagórico y el final, con la hija (que como su madre se siente atraída por él) llamándole mientras suena el eco de su voz en las montañas. El pistolero (¿fantasma?) se aleja cabalgando.
El resultado es soberbio, destacando el duelo contra los pistoleros, vestidos como los de "Hasta que llegó su hora" (1968) con una planificación que le da un toque fantasmagórico y el final, con la hija (que como su madre se siente atraída por él) llamándole mientras suena el eco de su voz en las montañas. El pistolero (¿fantasma?) se aleja cabalgando.
- Tres amigos, de John Landis (1986)
Para finalizar un film más ligero, un western cómico (hay muchos y buenos en la historia del cine) filmado cuando el género no atravesaba su mejor momento y realizado por un director aparente más idóneo para otros menesteres. Aquí tres actores de cine mudo recién despedidos (unos magníficos Steve Martin, Chevy Chase y Martin Short) reciben una carta desde un pueblo mexicano. Lo que ellos interpretan como un trabajo actoral para sobrevivir era en realidad una petición de socorro por parte la humilde población la cual vive aterrorizada por el temible forajido "El Guapo" (un Alfonso Arau desatado, como en "Tras el corazón verde"), de los equívocos surgen situaciones hilarantes, empezando por la llegada a la cantina y terminando por la pelea final en la guarida del malo.
Es una parodia de los westerns primigenios, aquellos más humildes, más simplones pero también más entrañables, antes de la llegada del western psicológico. Cine con la única pretensión de entretener y hacer reír, lo cual logra casi siempre, teniendo momentos memorables como la búsqueda de un arbusto cantarín (!), un pistolero invisible (!!) o la canción antes de dormir al raso compuesta por Randy Newman. Una delicia.
Para finalizar un film más ligero, un western cómico (hay muchos y buenos en la historia del cine) filmado cuando el género no atravesaba su mejor momento y realizado por un director aparente más idóneo para otros menesteres. Aquí tres actores de cine mudo recién despedidos (unos magníficos Steve Martin, Chevy Chase y Martin Short) reciben una carta desde un pueblo mexicano. Lo que ellos interpretan como un trabajo actoral para sobrevivir era en realidad una petición de socorro por parte la humilde población la cual vive aterrorizada por el temible forajido "El Guapo" (un Alfonso Arau desatado, como en "Tras el corazón verde"), de los equívocos surgen situaciones hilarantes, empezando por la llegada a la cantina y terminando por la pelea final en la guarida del malo.
Es una parodia de los westerns primigenios, aquellos más humildes, más simplones pero también más entrañables, antes de la llegada del western psicológico. Cine con la única pretensión de entretener y hacer reír, lo cual logra casi siempre, teniendo momentos memorables como la búsqueda de un arbusto cantarín (!), un pistolero invisible (!!) o la canción antes de dormir al raso compuesta por Randy Newman. Una delicia.
Fotos: copyright pertenece a Warner Bros., MGM-UA y HBO films.
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