"Hoy he aprendido una nueva palabra: bomba atómica. Es como si Dios hiciera una fotografía."Las primeras imágenes de "El imperio del sol" (Steven Spielberg, 1987) nos muestran un primer plano cenital del delta del río Yangtsé, en el que flotan los ataúdes y las flores por los muertos, de repente, un barco japonés aparece y aparta las cajas, las hunde sin prestar atención como presagio de lo que el ejército nipón va a hacer. Dos horas y veinte minutos después veremos ese mismo río en un plano casi idéntico en el que flota una maleta llena de recuerdos, lanzada río arriba por su dueño, un niño cuyo rostro fatigado y triste ha cambiado ante la cantidad de horrores que ha experimentado en los pocos años que han pasado entre una y otra imagen. Un magnífico final para una película que no deja de maravillarme cada vez que la reviso.
Adaptación de la novela autobiográfica de J. G. Ballard, "El imperio del sol" fue un bestseller que enseguida llamó la atención de Spielberg, en un momento de su carrera muy interesado por temas más "adultos" para sus films aunque (paradójicamente) su protagonista sea un niño. Es de sobra conocido que iba a ser dirigida por David Lean, director muy admirado por el cineasta de Cincinnati mientras él se dedicaría a la producción del mismo mas la avanzada edad del director británico y el entusiasmo puesto por el realizador de "Tiburón", llevaron a que este último, se decidiera a dirigirla.
Con presupuesto de superproducción, Spielberg pudo rodar en Shanghái, la cual se mantenía casi idéntica desde que terminó la segunda guerra mundial. Para las importantes escenas del campo de prisioneros y el aeródromo, las localizaciones se hicieron en nuestro país, más concretamente en la localidad gaditana de Trebujena, donde el rodaje se alargó algo más de lo esperado, nada menos que tres meses.
La historia es, como tantas otras en Spielberg, la de un niño que empieza a sufrir la crudeza de la vida, dejando su inocencia atrás. Pero además está otro de los temas favoritos del realizador: la segunda guerra mundial. Quizá influido por las historias que su padre le contó de ella (durante la contienda fue tripulante de bombardero) y por la propia fascinación que genera en los americanos de su generación, sería la segunda de las tres obras ambientadas en ese periodo histórico que ha rodado, aunque en casi todas aparezca nombrada siquiera tangencialmente. Estamos, por tanto, ante un film muy personal.
Como decíamos el protagonista es un niño británico, Jim (Christian Bale, más que perfecto), que vive una cómoda vida de "niño rico" en la colonia británica: va a fiestas, vive en un colegio que es una réplica de colegios ingleses, trata a la servidumbre nativa con despotismo, tiene unos padres que le dan todos los caprichos... mas también es un niño inquieto, apasionado de la aviación y algo petulante "estoy escribiendo un libro sobre bridge" que se declara ateo (?) y, cree, es más maduro de lo que parece para su edad. Su padre, figura fundamental para él, es un rico empresario, respetuoso con los chinos (al contrario que el resto de ingleses); con su madre no comparte aficiones ni conversaciones aunque su relación es más cálida y cariñosa. El chico la tiene por un personaje más emocional, no entra en sus discusiones "filosóficas", es una mujer de melena oscura y labios pintados, quien le arropa y le da un beso por la noche.
Mas la Historia con mayúsculas cambiará su vida para siempre: en una espectacular y larga escena de masas, de las que Lean tan bien dominaba, Spielberg nos muestra como recoger un simple juguete del suelo puede cambiar una vida para siempre. La gran virtud de la misma es la conjunción, como hacía el maestro inglés, de espectáculo y emoción; tiroteos y muchedumbres agitadas se conjugan a la perfección con la trágica separación del protagonista y sus padres.
Entonces empieza una odisea que, pese a tratarse como dije de una historia real, cada vez toma giros más inesperados y en la que no hay espacio para la humanidad y los sentimentalismos. En una de las partes que más me gusta del film, Jim regresa a su casa, ahora abandonada y saqueada para intentar vivir una vida que nunca volverá; el bofetón (real según confesión del propio Bale) que recibe de su criada es solo el inicio de una progresiva degradación tanto de su hogar como de su físico. Aquí hay momentos excelentes: el paseo en bici por la casa; la escena en la que cree que su madre ha vuelto a su habitación; la forma en la que Jim intenta mantener su estilo de vida, siempre bien vestido y comiendo lo poco que tiene en platos de porcelana; la piscina cada vez más vacía...
Cuando decide ir a la ciudad acuciado por el hambre no le espera nada mejor: un chico intenta robarle ("no familia, no whisky soda"), los japoneses le ignoran, la ciudad que tanto le fascinaba es ahora hostil. Para cuando no parece haber ya solución, casi es atropellado por Frank (Joe Pantoliano) quien le lleva junto al personaje que cambiará la vida del protagonista, Basie (un genial John Malkovich). Basie era, en realidad, un famoso músico de jazz y no creo que el nombre sea por casualidad: Basie es un verso libre, un tipo que improvisa, alguien astuto y aprovechado pero también un hombre fascinante por su capacidad de adaptación. Es un personaje dickensiano, un Fagin en la Segunda G.M., simpático, que da buenos consejos para la supervivencia ("no bebas de ese agua chico, aquí hay gente que está muriendo de disentería"; le hace quedarse con los platos de los muertos para quedarse con sus raciones) mas no duda en dejar atrás a Jim si éste no le es útil o no logra sacar provecho de él. Nada más conocer a Jim, intenta venderlo a un comerciante chino pero este lo rechaza porque "pronto estará enfermo". Sin embargo, el niño le toma cariño porque lo admira por su capacidad para sobrevivir y casi es una figura "paterna" en ausencia del progenitor. Una escena clarificadora es el momento en el que Jim trata de que le lleven al campo de prisioneros para no ser abandonado por Basie (como le pasó con sus padres), coronado con ese impactante plano del niño gritando ilusionado, pues logra subirse al camión pese al maltrato físico que sufre por parte de los japoneses, mientras la sangre corre por su frente.
Jim va forjando su carácter en el campo, se vuelve un hombre en miniatura: toda la ropa le queda grande: la cazadora de aviador, el mono militar, los zapatos... ha madurado demasiado pronto en algunas aspectos . Es capaz de colarse en el lado japonés (aprende su idioma, se gana su respeto), consigue tabaco, verduras, entra en el barracón de los estadounidenses donde está Basie y al que aspira a mudarse. Pero sigue siendo un niño que juega con aviones y canicas. En el campo, Jim encuentra otra figura paterna, la del doctor Rawlins (un excelente Nigel Havers) quien se preocupa por su educación, su salud (física y mental) y trata de alejarle de Basie. Spielberg es tan elegante como sutil al mostrar todo esto. Por ejemplo, aquella escena en el que Jim reconoce en un gesto de Rawlins pensativo, frotándose el bigote con el dedo, semejante al que hacía su padre. Mas Basie, quizá por simpatía o por demostrar que nadie es incorruptible en este mundo, enseña a Jim que su admirado Rawlins no es más honrado que él cuando, tras una paliza del oficial japonés, Basie acaba en el hospital y allí compra al inglés la mosquitera que sólo se usaba para las personas desahuciadas. Jim, deseando la aprobación de Basie, no duda en arriesgar su vida por una apuesta que le valdrá ingresar (momentáneamente) en el barracón americano. Y lo logra gracias a algo que sólo él hace: respetar a los japoneses. Logra entablar amistad con un chico (Takatoro Kataoka) poco mayor que él, el cual no le delata cuando está a punto de ser descubierto por un guardia. Como decía, la relación del chico con sus carceleros es de respeto y admiración, Jim no sólo busca el propio beneficio como Basie, se ha criado Asia y admira al Imperio del Sol naciente.
Si Jim busca sustituir la ausencia del padre, también intenta hacer lo mismo con su madre en el personaje de la señora Victor (Miranda Richardson) mas aquí las sensaciones son distintas. Si en su madre Jim lograba la protección y el cariño, en la figura de la señora Victor comienzan a aflorar sutilmente el deseo y el amor. El momento en el que Jim espía al matrimonio Vitor mientras empiezan a acariciarse en la cama es morboso y se corta abruptamente con la mirada del marido de ella. Jim le consigue comida, la da consejos y cuando, en los últimos momentos del film ella esté sola con él, planea la posibilidad de un "incesto", cuando ella besa repetidamente las manos de él tras beber el agua que contenían.
Al comienzo del film se nos dieron pinceladas del carácter del chico y una de ellas era su ateísmo. El continuo contacto con la muerte hace que Jim viva experiencias casi "fantásticas" (cuando "revive" fugazmente a una paciente del doctor; el momento en que roba un cuenco de comida a un muerto) lo cual lleva la película, poco a poco, al terreno de la ensoñación, cada vez más alucinada, pesadillesca y surrealista. Así es el tramo final de "El imperio del sol", una pesadilla casi Felliniana, de imagénes fantásticas que impresionan, paradójicamente, por su realismo: el apocalipsis debe ser algo parecido a esto. Curiosamente el protagonista, tras pasar por esta experiencia, pare ser un creyente o al menos una persona menos segura de sus propias creencias.
Todo empieza a desmoronarse para Jim con la derrota japonesa, que arranca en la prodigiosa escena del bombardeo al campo de prisioneros, brillantísimo (y sin los hoy tan agotadores efectos digitales) y apabullante, que culmina en la dramática confesión, entre sollozos, del chico a Rawlins (quien, a diferencia de Basie, trata de evitar que salga herido): "no puedo recordar cómo eran mis padres". A una larga peregrinación de los prisioneros por un paraje desértico le sigue la llegada a un estadio lleno de lujosos coches, pianos, mueble y lámparas, ahora cacharros inservibles. Es aquí dónde sucede la antes citada escena entre Jim y la señora Victor, quien mortalmente enferma se sienta en un piano a tocar ganándose la atención del chico. A la mañana siguiente, Jim está solo y ella muerta, ve un resplandor, luego sabremos que se trata de la bomba atómica, decide marcharse pues vuelve lo que siempre ha temido el niño a lo largo de la historia: la soledad.
Son sus peores momentos, vaga sin rumbo, sin comida ni agua, llega a robar pan a un cadáver, parece que todo va a tener un desenlace fatal... hasta que ocurre un "milagro": empiezan a caer paracaídas con comida, Jim está salvado y, como pasó al comienzo, regresa a su casa, es decir, el campo de prisioneros. Ahora no está solo, su amigo japonés sigue allí, el caza que iba a pilotar no llegó a despegar, ya no hay alambradas y juntos comparten lo poco que tienen.
Pero aquí no hay lugar a finales felices, Jim vivirá la última lección de vida con el regreso de Basie, acompañado de otros "piratas" rapiñeros quienes matan al chico japonés creyéndolo una amenza.
Jim, harto de todo, deja su mejor respuesta para Basie cuando este le pregunta si no ha aprendido nada de lo que le había enseñado: "me enseñaste lo que una persona es capaz de hacer por una patata". Demoledor y a la vez brillante epitafio para una amistad. Basie se va no sin hacer una última y simpática broma (¿quieres una chocolatina?).
Como si se tratara de una narración circular, volvemos a ver las mismas escenas en un escenario distinto, él vagando sólo por los barracones, andando en bici, hasta la llegada del ejército americano (ante el que se "rinde", instinto de supervivencia) para devolverle a la civilización.
La penúltima escena es, para mí, la mejor que ha rodado Spielberg jamás. Su padre, entre un montón de niños, no lo reconoce, su madre sí pero duda porque él la mira extrañado. Jim la quita el sombrero y hace un esfuerzo por evocar: tenía el pelo oscuro, lo llevaba suelto y los labios pintados. Imposible no enmocionarse con el abrazo final. Jim, ojeroso, por fin cierra los ojos. Atrás quedó el horror, atrás quedó la maleta y los recuerdos que contenía, el Yantsé se los llevará... aunque esa maleta, al contrario que los cadáveres no se hunde, permanece en la superficie.
Ficha técnica
Título original Empire of the sun
Dirección Steven Spielberg
Guion Tom Stoppard (Novela: J.G. Ballard)
Música John Williams
Fotografía Allen Daviau
Reparto Christian Bale, John Malkovich, Joe Pantoliano, Miranda Richardson, Nigel Havers, Leslie Phillips, Masatô Ibu, Emily Richard, Rupert Frazer, Ben Stiller
Productora Warner Bros
Referencias:
-"David Lean, la emoción y el espectáculo", Tomás Fernández-Valentí, ed. Dirigido por...
-https://www.imdb.com/title/tt0092965/