15 jul 2025

El Papa Luna y Peñiscola

Estatua del Papa Luna en Peñiscola, obra de Sergio Blanco 

Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor
(1328-1423), conocido como el Papa Luna, es quizás el vecino más ilustre de la bella localidad de Peñiscola (Castellón). Su vida aparece glosada por historiadores y escritores de ficción, forma parte del convulso (acaso les hay de otro tipo) siglo XIV y es uno de los muchos personajes que forman parte del llamado Cisma de occidente uno de los peores momentos de la historia del cristianismo.
Pero más que hablar aquí de su interesantísima vida, nos vamos a centrar en su larga estancia en Peñiscola, como (anti)Papa, de nombre Benedicto XIII.
Escudo del Papa Benedicto XIII 
El Papa Luna llega a Peñiscola en 1411, huyendo de la persecución de sus rivales pues no le consideraban el Papá legítimo (sólo era reconocido por Aragón, Castilla, Escocia y Navarra). Fue una entrada "milagrosa", por la actual Porta de Sant Pere, entonces navegable, en medio de un temporal. Cuentan que Benedicto XIII le rezó al Altísimo que si era el Papa legítimo, entrara en la ciudad sin que el barco se hundiera y así fue.

Portal de Sant Pere.
Pedro Martínez resultó un Papa testarudo, quizás por su origen aragonés, quizás porque estaba tocado por la infalibilidad papal, mas era inteligente. La elección del castillo de los templarios en la ciudad castellonense hizo que aguantara asedios y varios intentos de envenenamiento. El más famoso y casi letal fue en 1418, cuando dos sirvientes le pusieron arsénico en el postre. Por suerte, también tenía fieles y sabios hombres a su lado y uno de ellos creó la hoy llamada Tisana del Papa Luna, con coriandro, anís, hinojo, comino y raíz de regaliz la cual ayudó a recuperar la maltrecha salud papal, ya que vivió 5 años más.
Volviendo al castillo, en las rocas donde se asienta discurre un río subterráneo y donde hay río subterráneo, hay cuevas. La más famosa es la escalinata que va desde el castillo al mar, siendo una vía de escape ideal.
Tras su muerte, el Papa Luna (momificado) fue sepultado en su pueblo natal, respetando sus ultimas voluntades. Lástima que eso de Descansar En Paz, le fuera difícil: primero los franceses en la Guerra de Sucesión; luego los republicanos, en la Guerra Civil, profanaron su tumba y jugaron con su calavera por puro deporte. Actualmente, tras múltiples visicitudes, su cabeza descansan en la Capilla de Santa Ana, en Sabiñán, Zaragoza.
Imagen iconográfica de Benedicto XIII 

Merece, quizás, un mayor reconocimiento éste personaje que, más allá de lo anecdótico -milagroso (estaba momificado pero nadie sabe por quién) fue una eminencia: teólogo y jurista, fomentó la cultura, el mecenazgo y la educación no sólo en su tierra sino también en las universidades de Salamanca y Valladolid.