No se ha estrenado la espera última película de Tarantino, "Once upon a time in Hollywood" (2019) mas creo que no la presencia de la malograda Sharon Tate en ambos films (en una como actriz, en otra como personaje) me viene que ni pintado para comentar esta afilada comedia, última obra de un director tan admirado en su momento como olvidado hoy en día: Alexander MacKendrick.
Director norteamericano que vivió su infancia y juventud en Reino Unido, etapa traumática para él por la muerte de su padre y por la ausencia de su madre, quien se quedó en EE.UU. lo cual influye en lo que luego serían sus trabajos para el cine. También se ve marcado por sus inicios laborales, en el mundo de la publicidad y, como muchos directores de su generación, fue reclutado durante la II G.M. para rodar filmes propagandísticos. Tras una no muy larga carrera cinematográfica prefirió centrarse en la enseñanza. De entre sus películas destacan: "El quinteto de la muerte" (1955), magistral comedia negra, destrozada años después por los Coen en un nefasto remake; "Chantaje en Broadway" (1957), una ácida visión del periodismo que supuso su primera colaboración Tony Curtis y "Viento en las velas" (1965), una clásico del cine de aventuras nada convencional que fue un fracaso. "No hagan olas" (1967) nos cuenta como, después de un desafortunado encuentro con la joven italiana Laura
Califatti (Claudia Cardinale), que le hace perder todo cuanto tiene en el mundo
(un viejo Volkswagen escarabajo con todas sus pertenencias), Carlo Coldfield (Tony Curtis) se instala en la casa de esta. Enseguida descubre que es la amante de un empresario (Robert Webber), vendedor de piscinas y lo chantajea para lograr un puesto en su empresa. Por otro lado, Carlo se zambulle en el ambiente de las playas californianas donde el movimiento hippy y el culto al cuerpo son las nuevas religiones. Allí conoce a la atractiva paracaidista llamada Malibú (Sharon Tate) y Harry (David Draper) su ingenuo novio culturista.
Bajo la apariencia de comedia sofisticada de enredo, tan típica de los años 60, el agudo MacKendrick nos hace una ácida reflexión sobre el arribismo, la superficialidad de la sociedad, la obsesión por las apariencias y el dinero y, sobre todo, la falta de escrúpulos y valores de algunas personas. En uno de esos típicos momentos de este tipo del films en los que hay un montón de personajes en pantalla y se producen distintos equívocos, el protagonista, interpretado de manera certera por el gran Tony Curtis, se describe ante su futuro socio (tan amoral como él) como alguien con "la moralidad de un simio, el encanto de un esquizofrénico, la sensibilidad de un rinoceronte y los escrúpulos de un chantajista". Poco más que añadir ante tan certera confesión.El mismo Carlo, hábil vendedor sin escrúpulos, se comporta de idéntica forma en los asuntos amorosos. Trata, con mezquinos ardides, de convencer al pobre novio de Malibú de que el sexo con ella es malo para su próxima competición y debe dejarla. No contento con ello y conocedor de que Harry sigue con fe ciega los designios del horóscopo, soborna al hombre que lo escribe ofreciéndole una piscina con las constelaciones astrales en el fondo (sic) para lograr sus fines. Mas una vez logrados sus propósitos: éxito profesional, mujer voluptuosa, casa ostentosa, coche lujoso... llega el vacío, la decepción (Malibú es tan buena como simple) y el posterior y literal derrumbe de su vida, con resultados más cómicos que trágicos.
No obstante, Carlo no es el peor de los personajes que vemos en pantalla. La mujer de su jefe (Joanna Barnes), harta de las infidelidades de su marido no duda en tratar de engatusarlo ofreciéndole el control de la empresa incluso llega a insinuarse sexualmente para lograr sus propósitos. Laura, celosa de Malibú, trata de inmiscuirse en los asuntos de Carlo, siendo además una mujer que quiere alejarse del hombre de quien depende económicamente más tampoco se atreve a dar ese paso. Al final todos, incluido el personaje del marido, que se supone más negativo, acaban resultando pobres diablos, superados por unas circunstancias que les sobrepasan en una sociedad con unos valores que les hacen profundamente infelices y necesariamente mezquinos para poder sobrevivir. Como toda comedia clásica, los equívocos desembocan en un divertido final, donde todo se resuelve de forma tan simpática como poco creíble.
El final feliz no le resta ni un ápice de efectividad a esta sátira de un mundo que, de entonces a ahora, ha cambiado muy poco y quizás incluso para peor.
Ficha:
Título original Don’t make waves
Nacionalidad EE.UU.
Año 1967
Dirección Alexander MacKendrick
Guion Ira Wallach, George Kirgo (Novela: Ira Wallach)
Música Vic Mizzy
Fotografía Philip H. Lathrop
Reparto Tony Curtis, Claudia Cardinale, Sharon Tate, Robert Webber, Joanna Barnes,Edgar Bergen, Dub Taylor, Jim Backus
Productora Filmways Pictures