Barley Scott Blair (Sean Connery), un editor británico que se encuentra en Lisboa, se dedica más a la bebida que a atender a los distribuidores rusos de sus libros. Un día lo aborda un agente del MI6 que le pide que sirva de enlace con una mujer llamada Katya (Michelle Pfeiffer), pues puede proporcionarle unos importantes manuscritos de un disidente ruso que atiende al enigmático nombre de Dante.
Lo primero que llama la atención es la presencia de Connery en un film de espías sin ser James Bond lo cual la hace, de entrada, una propuesta más atractiva. Su personaje es un tipo metido en una trama de la que no desea formar parte, siempre se muestra incómodo y cascarrabias (su imagen envejecida ayuda a ello) y tiene una enorme simpatía por los soviéticos, a los que no ve como unos enemigos sino como personas ingenuas que "sólo quieren ser como nosotros". Pese a que en la trama se deja notar un cierto relajamiento entre los dos bloques antagónicos (es la época de la Perestroika) la historia mantiene que aún existe esa rivalidad máxima entre comunistas/occidentales, pues la desconfianza permanece.
A Blair todo el mundo pretende manejarle, primero el agente británico que apela a su "patriotismo" (un elegante James Fox) luego un visceral agente de la CIA (el taimado Roy Scheider), quien le pone a prueba un fin de semana mediante pruebas como detectores de mentiras y test psicológicos antes de mandarlo a Rusia. Es esta una escena en la que se nota la sorna y desdén con que siempre trata Le Carré a los servicios secretos occidentales, para los que las personas son meros peones sin valor, además de escasamente eficaces: pese a la torpeza demostrada por Blair, (ver escena en la que se le pide que distinga entre agentes y transeúntes en una calle y no acierta ninguno), deciden mandarle a una misión que está abocada al fracaso, crítica de la que tampoco se libran los rusos, pues sus objetivos y medios (el fin lo justifica todo) son los mismos y no dudan en "eliminar" al que les incomoda.
Pfeiffer, Schepisi y Connery durante el rodaje |
Sin embargo, lo mejor del film es la historia de amor entre Connery y Pfeiffer, quien logra ser una convincente rusa de belleza serena y mirada triste, cansada de su vida, que sólo quiere lo mejor para su familia. Blair queda prendado de su sencillez y de su coraje, lo cual lleva irremediablemente a la resolución de la historia. El dilema, como dice el protagonista al final del film, es tan fácil de resolver que no duda ni por un momento entre elegir a su patria o a la mujer que ama.
El final feliz puede resultar inverosímil pero muy gratificante y esperanzador, la música de Jerry Goldsmith, contribuye a dar mayor emotividad si cabe al momento del reencuentro en la melancólica ciudad portuguesa donde empezó todo.