Ése "pepito grillo" de la conciencia americana que es el irregular pero siempre interesante realizador Oliver Stone, ofreció su propia visión del magnicidio de Dallas y sus consecuencias en al abrumadora, aparatosa, visceral y espectacular "JFK, caso abierto" (1991) logrando las más importantes nominaciones a los Oscar y dos premios técnicos por un film que para mi, está cerca de ser su obra maestra y que define perfectamente su carácter, siendo junto a la biográfica "Platoon" (1986) su obra más personal.
La cinta cuenta la historia del fiscal Garrison (un gran Kevin Coster) que presentó cargos contra el empresario de Nueva Orleans Clay Shaw (Tommy Lee Jones) por su presunta participación en el asesinato del presidente, por el cual Lee Harvey Oswald (Gary Oldman) fue encontrado responsable por la investigación oficial del gobierno: la Comisión Warren.
Stone usa su acelerado montaje, alterna b/n para las escenas en las que sólo se especula y con el color para las que se tiene la certeza de que sucedieron, el estilo documental, el flashback, el formato panorámico, las imágenes en super 8 (la famosa película Zapruger) y todo para llegar a la conclusión de que hubo una gran conspiración sin un cerebro determinado pero con oscuros intereses, de la mafia, el FBI, la CIA o incluso el propio vicepresidente Johnson.
En fin, Stone siempre apunta alto (189 minutos, ahí es nada), a veces se pasa pero aquí atina pues llega al corazón del espectador, a sus emociones, culminando en el largo alegato de Garrison (10 minutos) que casi es una editorial sobre su pensamiento.
Destacados actores aparecen en brevísimos papeles: Jack Lemmon, Walter Matthau, Lolita Davidovich, John Candy, Kevin Bacon, Donald Sutherland, etc aunque son los secundarios Joe Pesci (arrepentido conspirador) y Sissy Spacek (sufrida esposa) quienes alcanzan la excelencia en sus interpretaciones.
Si a todo ello le unimos una magistral banda sonora de John Williams, da como resultado una de las grandes películas del fin del siglo una cinta que conjuga reflexión y espectáculo, las dos mayores virtudes del 7º arte.